El manifiesto de... la Marea

Salvando todas las excepciones profesionales que nadie niega respecto a la preparación y entrega de nuestros funcionarios locales en el trabajo encomendado, cunde el desánimo coruñés a la vista de la administración política paralela mantenida por los hombres que tienen confiadas las riendas de la urbe y administran desde el palacio de María Pita. No es que como don Tancredo permanezcamos impávidos ante el morlaco del progreso que acaba de salir del toril, sino que como el cangrejo marchamos hacia atrás en una suerte de suicidio colectivo. Muchos competidores nos sobrepasan y miramos hacia otro lado cual si la situación fuese ajena. Por suerte hay cosas que funcionan muy bien –Amancio Ortega, refinería, Puerto Exterior, Xunta, administración judicial– pero otras están abandonadas de la mano de Dios y únicamente la inercia las mantiene.
Seguramente asistimos a un fenómeno de absorción filosófica trasladado a los mandamases municipales. A esa pandilla de amiguetes que funcionan como ediles. La Marea. Asambleas de mano alzada de facultad y comunismo de salón que les permite cobrar buenos sueldos aunque no den palo al agua. Bajo el auspicio de camaradas designados a dedo han transformado la criticada burocracia en “Burrocracia”” (con perdón del inteligente Platero y sus ojos azabache). Incapaces para dirigir. Utilizando el no como escudo. Posponiendo proyectos urgentes y entregándose a “asesinadores” jurídicos. Faltan actos administrativos y voluntad de cumplirlos.
Ellos no quieren fuerzas de orden público. Disfrutan con okupas, antisistemas y gentes de mal vivir. Más o menos el famoso manifiesto instado el 12 de abril de 1814 por 69 diputados a Fernando VII para establecer la monarquía absoluta. Denominado de “Los Persas” por invocar en el artículo 1 la costumbre persa, al fallecimiento de un rey, de pasar cinco días de caos y así aceptar la nueva autoridad… como la Marea prorrogando el manifiesto anárquico ad infinitum.

El manifiesto de... la Marea

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