Cuando se analiza el momento que vive Galicia y se escucha a los hombres y mujeres con distintas profesiones, edades, con diferentes situaciones familiares, que viven en el rural, en villas o ciudades; a uno le dan ganas de regalar lápices de colores y folios en blanco para que cuenten y dibujen los sueños perdidos. A buen seguro que trabajo y dignidad serian las palabras mas repetidas y en las que se entrelazan las angustias de las personas que lo sufren, padres, hijos, abuelos, niños. Unos se quedan sin comedores escolares, sin matricula, los salarios o la pensión no llegan a fin de mes, y otros están agotados de ver pasar el tiempo.
Y el presidente Feijoo que gobierna desde hace cinco años ¿Qué opina? ¿Qué proyecto tiene de país? ¿Qué planes de emergencia? Es difícil encontrar alguno. El sector industrial en cualquiera de sus ámbitos está en total extinción, y se puede citar el naval, la acuicultura, o empresas básicas bien arraigadas que han cerrado o lo van hacer con la pérdida de miles de puestos de trabajo. Pero también se ha perdido el poder económico de los bancos y cajas gallegas, hoy en otras manos o en fase de liquidación. Ya no quedan ni referencias de las emblemáticas siglas. Y con ello, aunque no solo, sin que pueda fluir el crédito de un modo razonable para poder emprender y sostener las apuestas de futuro que puedan nacer. El sector agrario todavía con gran peso en Galicia y con un potencial sin valorar, está siendo más que un medio de desarrollo económico, un modo precario de supervivencia, y si le añadimos la nefasta política forestal de los incendios, la desertización llegará antes de lo previsto.
Los trazos gruesos de lo que se destruye y no se crea en Galicia están envueltos en un inmenso papel de celofán para endulzarlo y presentarlo como el “buenismo” una aureola de rigor y seriedad que se cultiva y se protege en los entornos del poder. Pero tan alejada de la realidad que si se encuentran por casualidad son perfectos desconocidos.
Estos días se habló de mayorías silenciosas, pues ahí está la gallega, de momento callada, mascando penas, pero mas pronto que tarde si alguien no se arremanga, el clamor puede ser un atronador “berro seco” nacido de las doloridas entrañas del pueblo.