El cheiro a quemado

A César Luena no lo conocía nadie cuando Pedro “La Sonrisa” Sánchez lo adoptó como perro de presa y lo nombró secretario de Organización. A los dos días, sin embargo, ya lo conocía todo el mundo gracias a su oferta de montar una pasantía para dar clases de democracia interna a todos los partidos. Los críticos teatrales estaban asombrados de sus dotes para la comedia y se lamentaban de que hubiese preferido la política a las tablas. Otro tanto ocurría con José Luis Ábalos, un perfecto desconocido hasta que Sánchez lo puso al frente de la jauría. A partir de entonces inició una brillante carrera, propia de una estrella del canódromo, pero el pobre ya está quemado y parece carne de protectora. Cuando Torra se desbocó el lunes, le tocó salir a dar la cara y asegurar que se trataba una parvada, que el president no se había salido de madre. ¡Miñaxoia! La vicepresidenta Carmen Calvo, y las ministras Isabel Celaá y Meritxell Batet lo desmintieron al día siguiente y afirmaron que el supuesto honorable era en realidad un salvaje. Ábalos ya va camino de la unidad de quemados.

El cheiro a quemado

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