La decepción

Estoy entre quienes se ilusionaron con la aparición de Podemos. Me parecía que Podemos iba a ser más que útil para sacudir la política, abrir puertas y ventanas y hacer que el resto de los partidos se pusieran las pilas. Sus líderes, además de querer “asaltar el cielo”, parecían dispuestos a ser determinantes para que se arreglaran algunos de los problemas del común de los mortales. Así que en este 2016 los ciudadanos hicieron un gran deposito de confianza en Podemos. Pero la pregunta que cabe hacerse es qué ha hecho, qué está haciendo Podemos con ese deposito de confianza y me temo que son muchos los decepcionados.
En primer lugar porque en su afán por parecer diferentes a los políticos tradicionales han terminado más preocupados pos sus puestas en escena que por hacer una política encaminada a resolver los problemas. Llevar a un bebé al Congreso, “morrearse” en el hemiciclo, sentarse en el suelo del salón de los Pasos Perdidos no resuelve los problemas. Son brindis al sol que no sirven para nada. Y luego está la pelea por el control del partido y por los postulados políticos que defienden Iglesias y Errejón, aunque no es tanto lo que les separa. Da miedo ver cómo se tratan entre ellos, y cabe preguntarse si los partidarios del uno y del otro son capaces de morderse la yugular sin contemplaciones que no harán, si algún día mandan, contra aquellos que no comparten sus postulados.
Así que Podemos despide el año con una lucha fratricida provocando una profunda decepción entre muchos de los que les han votado creyendo que llegaban a la política para que se produjera un cambio. Sigo creyendo que Podemos tiene un papel importante en la política, pero también que si no son capaces de rectificar el rumbo pueden terminar en la irrelevancia. A los líderes de Podemos no se les debería de olvidar que los ciudadanos suelen castigar en las urnas a los partidos que evidencian sus disensiones.

La decepción

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