Sin esperanza no hay vida

Aunque los conceptos de espera y esperanza tienen estrecha relación, no significan exactamente lo mismo.
Ambos se refieren a sucesos o acontecimientos futuros; pero mientras la espera hace referencia a algo que se sabe o conoce va a ocurrir, la esperanza es la confianza en que algo pueda o se desea que suceda.
Es cierto que la esperanza de vida ha experimentado un considerable aumento, incrementando la longevidad de las personas; pero, a su vez, ha creado nuevas necesidades económicas, políticas y sociales. Vivir un mayor número de años aumenta el número de jubilados, la pérdida de población activa, el incremento de las personas dependientes y el encarecimiento de los costes y gastos sanitarios y farmacéuticos.
Pero, aparte de ese factor demográfico, de enorme incidencia en el Estado de bienestar, la esperanza de vida tiene que ir acompañada de vida con esperanza. A este deseo se oponen, por igual, tanto la desesperación como el tedio.
Es inadmisible que el hombre se lamente de estar “cansado de vivir”. Eso solo puede ocurrir si por vivir se entiende solo “durar”. Es cierto que vivir más años, no significa vivir mejor pero así como el hombre no puede dejar de pensar, de igual modo, no puede dejar de esperar. Por eso, es tan válido, vivo luego espero, como el silogismo cartesiano pienso luego existo.
Sin esperanza la vida no sería vida; carecería de sentido de sí misma, porque vida y falta de esperanza son contradictorias.
Se dice que la esperanza es un modo de ser tan inherente al sentimiento de la vida, es decir, a la vida misma, como el pensamiento de sí mismo y el esperar.
Dada la temporalidad e imprevisibilidad de la vida, el hombre se ve obligado a esperar y, para él, no hay espera sin esperanza.
Como dice Samuel Smiles “lo largo de los años no prueba lo largo de la vida. La vida de un hombre se debe medir por lo que hace y siente en ella. Cuanto más se hace en trabajo útil, cuanto más piensa y cuánto más siente, tanto más vive realmente. El hombre ocioso e inútil, cualquiera que sea lo largo de su existencia no vive, vegeta completamente”.
Podemos decir que “si cada día tiene su afán”, afanarse en vivir es llenar de contenido y sentido a la vida que, además, ni se detiene ni se repite.
El “ars longa vita brevis” sigue siendo válido aunque haya aumentado la esperanza de vida de las personas, pues, en todo caso, el afán de saber y conocer será siempre un desafío permanente para la mente y voluntad humanas.

Sin esperanza no hay vida

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