No sé si en Dinamarca, que decía el clásico, pero en el Ayuntamiento de La Coruña algo huele “regular”. Sólo regular. Me refiero a las acusaciones que recaen sobre el alcalde acerca de que ordena poner más sanciones de tráfico para costear las fiestas. Yo no sé si ello será para costear las fiestas y tampoco me consta si es orden directa del alcalde, o todo emana de alguno que forma parte de su mariachi, pero está claro que el incremento de las multas de tráfico en un 31% en 2013 sobre el año anterior es un hecho. Los municipales multan a todo aquello que se mueve, salvo que lo que se mueva sea el coche, conocido, de algún preboste de postín. Ahora bien, ¿A dónde va el dinero recaudado? ¿A sufragar las fiestas? No lo creo, porque de un tiempo a esta parte son pueblerinas, repetitivas, zafias y de poco gusto. ¿A que, de esta forma, el alcalde oculta su incapacidad para sacar a la ciudad de la crisis? Tampoco lo creo, porque la crisis social, urbanística y de todo tipo que sufre La Coruña sigue estando ahí, con nada menos que 23.000 parados en el municipio. Pero hay cifras que marean y que significan una auténtica afrenta para el ciudadano.
A saber: el pasado año los municipales impusieron un total de 44.479 multas, que vienen a dar, si Pitágoras no miente, un promedio diario de 121 sanciones, si bien ha bajado el tráfico y ha disminuido el número de vehículos que circulan por la ciudad, precisamente debido a la recesión económica que no cesa.
Así pues, y por las causas que fueren, el bolsillo de los ciudadanos sale de un golpe y se mete en otro, en tanto que procede tener en cuenta que el presupuesto municipal en el presente 2014 prevé un incremento del 65% en la recaudación por sanciones de circulación, de forma que el ciudadano sufrirá –ya sufre– todavía mayor agobio sancionador. O sea, que todo son pasos atrás, salvo el paso adelante, gigantesco, que significa poner patas para arriba toda la zona centro de la Marina, para mayor “gloria” de Negreira, que va camino de lograr un nuevo Gaiás en La Coruña, para así no quedar tan capitidisminuido, en relación con el añorado Paco Vázquez.
En resumen: no tenemos para pan y compramos estampitas.