UNIVERSOS PARALELOS

En breve veremos cómo se desatan las hostilidades ante las próximas elecciones municipales en A Coruña. La oposición ya largó las primeras andanadas como aviso, utilizando como munición la dendrofobia que parece padecer el gobierno municipal y criticando sus “arboricidios”. Se acusa al ejecutivo de María Pita de talas a discreción y gratuitas. Éste se defiende con vehemencia y asegura que “de ninguna manera”, que se han plantado miles de árboles, tantos, que un vecino de Monte Alto podría ir saltando de rama en rama y llegar tan ricamente a la estación de San Cristóbal sin tener que desperdiciar la tercera parte de su vida esperando en los semáforos que brotan por toda la ciudad.
Y es que los responsables municipales tienen esa idea profundamente interiorizada. Así, una voz próxima al Ayuntamiento contó, off the record, un triste suceso que tuvo lugar hace algún tiempo y en el que fue preciso rescatar a un niño de no más de tres años que, en un despiste de su madre, se internó en la espesura. Fue necesaria una brigada de rescate, dos helicópteros y una jauría de perros de rastreo para dar con la desventurada criaturita.
Al cabo de dos días lo hallaron acurrucado bajo un matorral, lloroso y asustado, pero felizmente sano y salvo. La fuente no especificó en qué jungla local ocurrió el caso, pero dijo que fue “por el centro”. Yendo más allá, otro funcionario llegó a afirmar que el misterio de la desaparición del coronel P.H. Fawcett (esfumado en el Xingú en 1925 cuando exploraba la Amazonia) quedaría resuelto a poco que se rastrease cualquiera de las florestas coruñesas.
A pesar de estas convicciones nos asaltan las dudas. ¿Realmente se plantan tantos árboles, como dice el alcalde? Lo que sí parece es que a los miembros del gobierno municipal –acaso poseídos por una extraña fuerza– les sobreviene el baile de San Vito cada vez que ven un ejemplar y se revuelven angustiados reclamando con urgencia una motosierra.
Veamos los jardines de Méndez Núñez: hace poco tiempo lucían esplendorosos tras un lento y paciente crecimiento desde que fueran plantadas hace siglo y medio sus nobles y exóticas especies. Ahora se ven mondos. Sin temor a exagerar se diría que una avioneta podría aterrizar ahí con holgura. Asimismo habría que advertir a los ocupantes del consistorio que, por mucho que se empeñen, los matojos tísicos que plantan en aceras y contenedores de cemento no son exactamente árboles, aunque en lo profundo de su corazón vegetal anide la sincera aspiración y el honrado sentimiento de serlo. No.
Ciertamente hay menos árboles en la ciudad y si no es el Ayuntamiento el que los liquida, entonces lo único que nos queda es achacarlo a un enigmático vórtice, una especie de Triángulo de las Bermudas herculino que los traslada a otra dimensión, a un universo paralelo donde forman extensas zonas verdes y majestuosos parques. Tal vez efectivamente ande por ahí explorando el coronel Fawcett.

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