MECENAS

Qué renacentista esto del mecenazgo universitario. Qué elevada intención la de promover el regreso a esa época de floreciente cultura, con Medicis y condes de Lemos acogiendo bajo su poderosa ala a ingenieros y científicos. Será que nos apasiona la historia. Igual por eso retrocedemos décadas en cuestión de derechos y oportunidades. Y volvemos a los viajes clandestinos a Londres antes de que la ropa ancha nos delate. Por ejemplo. Y a la sanidad para quien pueda pagarla. Como la educación superior.
Aunque el argumento que nos venden los que proponen la fórmula no tiene tanto que ver con el tiempo pasado que algunos creen mejor como con la admiración por esa gran nación que controla el mundo. Que si los estadounidenses lo hacen, bien hecho estará. Así proponen que nos lancemos a la búsqueda del adinerado comprometido o del potentado con gusto por el poder. Que es, fundamentalmente, lo que se ofrece en bandeja de plata.
Entendemos que el desembolso a las universidades –ningún empresario que se precie permitiría lo contrario– otorgaría la capacidad de decidir en qué campo de la investigación adentrarse o qué innovaciones desarrollar. Y el privilegio de tener la exclusiva. Los avances en manos del capital privado.
Y el caso es que si el dinero mueve el mundo no es mala idea espolear a los que quieren más para que inviertan en conocimiento que puedan explotar en un futuro. Lo malo es que necesitemos la certeza de que el riesgo a estar sometidos a los caprichos del patrocinador merece la pena.
Qué fácil resultaría todo si los mecenas solo pretendiesen notoriedad. Al viejo estilo. Ver su nombre en la biblioteca de la facultad o recibir un homenaje anual en una gala en la que se alabasen sus virtudes, con discursos emocionados y brindis en pie. Pronto olvidaríamos que la responsabilidad de procurar una formación a nuestros sucesores no puede depender de la generosidad de particulares. Que es una cuestión de responsabilidad estatal y social. Que nos corresponde a todos.
Lástima que nos falten mecenas y nos sobre ética.

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