Zafarrancho de combate. Listas elaboradas, cuchillos a degüello. No es día de mojar la pólvora. La piel de toro sacude miedos ante las elecciones generales. Jornada señalada para el encuentro del siglo. Ríanse de la copa de España, la liga doméstica o la misma champions league... Aquí nos jugamos el destino. Por tierra, mar y aire. Desde el litoral costero que nos define hasta cordilleras, valles, urbes cosmopolitas, aldeas y villoraios patrios todos aprestan su comparecencia. Sean partidos tradicionales o emergentes. La viaja política de alternancia o los nuevos convidados al ágape del poder.
Montañas nevadas. Banderas al viento –españolas, autonómicas, de partidos políticos, republicanas, comunistas, anticonstitucionales– para que el clamor aplaque emociones. También para que los antagonismos marquen territorios: Rajoy-Sánchez; Rivera-Pablo Iglesias; casta-crecepelo; residuales-extintos. Amor-odio. Colmenas que se vuelven avisperos asiáticos como los del PP; fichajes sonados –PSOE dixit– como el de la exdiputada de UPyD Irene Lozano; tipos bonitos, soberbios e hipocritillas como Albert Rivera y su niña lrene Lozano que afirman que son “sí” pero “no”; y los podemitas coletudos como perdidos en un laberinto marxista ácrata...
Al final, vistos los temores de quedarse a la luna de Valencia, compuestos y sin novio, perdida vez en el juego de oca en oca y tiro porque me toca, los grandes partidos mayoritarios podrían firmar una coalición para salvar la Patria. Revivirá Montesquieu, el CGPJ será libre y el Poder Judicial independiente, se aprobarán Leyes en Educación, Economía, Seguridad Social, cohesión autonómica, electoralismo, producción industrial... Así aseguraremos sin sobresaltos el futuro. ¿No suena atronadora en sus oídos la ciclogénica ovación de final de año?