A los políticos les encanta tener un lenguaje propio. Si lo tienen otros colectivos profesionales, ellos no van a ser menos. De hecho, suelen adoptar expresiones del resto de esta suerte de dialectos laborales para ¿enriquecer? sus discursos. Una de las últimas cosas que hemos aprendido gracias a la constante innovación lingüística de los políticos es que un viaducto (o cualquier otra infraestructura o elemento urbanístico) no se derriba ni se elimina, se deconstruye. Como la tortilla de patata de Ferrán Adriá. Veo en el horizonte la “esferificación de intersección” como sinónimo de rotonda.