Toca hablar de fútbol. En realidad toca hablar del Deportivo. Para cualquier coruñés el Dépor es una pasión. Somos muchos los que no profesamos la religión del balompié, pero seguimos con atención, preocupación, alborozo, angustia, alegría, pena y un amplio abanico de sensaciones la suerte de nuestro equipo. Yo no soy de fútbol; soy del Dépor. Sé que son muchos, legión, los que comparten mi posición. No soplan buenos tiempos para el Deportivo. A una angustiosa situación deportiva se le une un estado económico que se va llevando, pero que depende mucho de la capacidad ya no solo de conservar la categoría, sino de volver sin demasiada demora a la elite de la Primera. Ayer nos alejamos un poco más.
He dicho que toca hablar de fútbol, pero en tiempo presente y, sobre todo, en futuro. En plena situación de emergencia blanquiazul no conduce a nada perder tiempo, espacio y esfuerzos buscando culpables, señalando con el dedo nombres propios y naufragando en un mar de reproches. Tenemos la inmensa fortuna de haber tocado el cielo con seis títulos oficiales y algún que otro puñetazo sobre la mesa del fútbol europeo. Pero también sabemos lo amargo que es el trago de estar al borde de la extinción. Si hay algo que poco o nada ha variado en toda esta singladura es la afición. La grada siempre ha sido la estrella de Riazor. Pasa Juanito Acuña, pasa Luis Suárez, pasa Arsenio Iglesias (reverencia), pasan Paco Buyo, Fran, Bebeto, Mauro Silva, Donato, Djukic, Djalminha, Valerón… Pero siempre quedan los miles de coruñeses, y muchos que aunque no lo sean profesan devoción por este equipo, que cada fin de semana lo dan todo por esta camiseta. Solo por ellos merece la pena intentarlo. Cada domingo se escuchan cánticos en el estadio. “Esta hinchada nunca se rinde”, atrona el fondo de Maratón. Y es una verdad del tamaño y magnitud de la Torre de Hércules, el Obelisco y el Castillo de San Antón juntos. Parece mentira que haya algunos, por más concejales de Deportes que sean, incapaces de entender esto. Y perdón: he dicho que tocaba hablar de fútbol y ya se me ha ido, pero es que “manda chover na Habana”. De lo que se trata aquí es de entender que para A Coruña el Deportivo es una pieza clave. Por más que leo análisis y elucubraciones soy incapaz de imaginarme al Dépor sin A Coruña y a Coruña sin el Deportivo. Por eso es el momento de dejar a un lado rencores, simpatías y antipatías y de concentrar toda esa fuerza de un club con 23.000 socios, en su mayoría accionistas, en buscar una solución.
No es fácil, es verdad. Pero a los coruñeses nos van los desafíos. Somos bravos como el mar que siempre nos baña y muchas veces nos azota. No sé quién o quiçenes se van a echar a las espaldas esta responsabilidad, pero me gustaría pensar que todos remaremos en la misma dirección. Se acerca el invierno. Después vendrá la primavera. No me pidan argumentos que respalden mi teoría, porque es algo que me sale de la emoción, pero estoy convencida de que los coruñeses vamos a ser capaces de vendar las heridas del pasado, aunar esfuerzos como los aúnan los aficionados en las gradas y encontrar una solución que nos devuelva a los días de esplendor blanquiazul. Vamos a ganar este partido. Y el que no lo crea, que se aparte, que lo arrollamos.