La proverbial calma de Serrat vuelve a triunfar

LA calma de Serrat es conocida de Algeciras a Estambul. Ni siquiera la perdió cuando Lluís Llach, su antiguo socio en el club de la Nova Cançó, surgió blandiendo L’Estaca, que de tema que enardecía a las masas había pasado a ser un palo con el que amenazaba a todo aquel que se desviase un milímetro de la doctrina de la República. ¡La que le cayó encima a Serrat! “Traidor”, “renegado”, “nazi”, “español”... y todo porque era contrario al referéndum, ya que la convocatoria no era transparente. Ya han pasado unos meses desde entonces y el noi del Poble Sec sigue sin perder la flema. Parece un boy de Kensington y responde a quienes le llaman “facha”, que no es algo que él se sienta y que se trata de una expresión extemporánea a la que recurren quienes no tienen más sentido que el de mostrar crispación y la pérdida del razonamiento. Y todo sin alzar la voz.

La proverbial calma de Serrat vuelve a triunfar

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