Óscar Cabana

Óscar Cabana (A Coruña 1980) es arquitecto, además de pintor, y eso se deja ver en la obra que expone en la galería Atlántica, cuyo motivo principal es la arquitectura urbana y que supone un cierto homenaje al espacio proyectado y construido por el hombre y que ha permitido el desarrollo de la cultura occidental, tal como hoy la conocemos.

No elige, por ello, los rincones íntimos y antiguos, con regusto a épocas pasadas, sino las grandes avenidas abiertas al infinito, retadoras de los límites del horizonte y desafiantes de las alturas, calles que se tienden hacia las lejanías incógnitas y que parecerían imposibles, si no estuviésemos habituados a ellas; tal vez por eso prescinde del color, para llevarnos al silencio ascético y sobrecogedor de los grises, a su soledumbre e inmensidad anónima, a su quieta respiración de cielos plúmbeos.

Es el gris de la cultura, como creo que dijera otro pintor de grises, Pancho Cossío; es la desnudez del alma, la desaparición del bullicio, la multitud recogida en sus cuarteles de invierno, la ruta incógnita extendida en las vastedades, que no para de crecer. De modo que el epígrafe de “Punto de fuga” que lleva la muestra es más que la constatación del modo de ver del ojo, que junta todas las líneas en el horizonte, es la reflexión filosófica sobre el fin hacia al que nos encaminamos, tan desconocido, pero quizá también la propuesta ontológica sobre el origen de la humanidad y sobre sus capacidades de raciocinio.

No está presente el ser humano en estos cuadros, pero está su sangre chorreada, salpicada, como una presencia ineludible e inquietante del drama múltiple que se esconde tras los muros imperturbables. Son vistas de “Una ciudad cualquiera”, como él titula algunos cuadros, aunque también son vistas de nuestra ciudad, pero unida a las otras por la universalidad del diseño, por la forma de habitar, por el espíritu profundo que se gestó en los burgos medievales y se transformó en el siglo XVIII, cuando todas las urbes europeas tuvieron sus ensanches, para acabar en el siglo XX siendo lo que hoy son.

He ahí nuestras huellas, nuestros pasos silenciosos, nuestros signos, nuestro testimonio de modificadores de la naturaleza, nuestro legado de geometría en gris. A propósito, introduce collages de los titulares Fugas y Cultura, de los suplementos de “La Voz de Galicia”, para señalar que ya sólo podemos entendernos en este territorio mental, cuyo ejemplo máximo es la ciudad.

 

Óscar Cabana

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