Hacia una Coruña más amable

Los coruñeses somos privilegiados. Vivimos en una ciudad bella, amable y acogedora. Coruña es una ciudad viva, y como tal, necesita una estrategia que impulse conservar permanentemente el estado de bienestar que alimenta nuestra vida. Necesita, por supuesto, decisión firme e inquebrantable para mejorar. 

Debe también avanzar por la senda del desarrollo. Pero es tarea de todos hacerlo con un cuidado escrupulosos con el medio ambiente. Renunciar a una Coruña sostenible es renunciar a nuestro mañana y negárselo a las generaciones futuras.

No se trata de parar el progreso. Se trata de pensar qué camino queremos recorrer antes de trazar una ruta y arrancar. Necesitamos una estrategia que nos garantice una ciudad humanizada, diseñada por y para las personas, sostenible y saludable. Coruña es peculiar. Por suerte, sí. Pero esa peculiaridad plantea, además de los retos comunes a cualquier entorno urbano, cuestiones que requieren un análisis pausado y soluciones acordes a lo que somos y a lo que pretendemos. Somos la segunda capital de provincia más pequeña de la Península. Somos, de hecho, una península. Este mar que nos rodea y nos da la vida nos obliga también a estar muy atentos a cuestiones del día a día.

La eficiencia energética, el tratamiento de residuos, el transporte urbano, la movilidad, la accesibilidad, son áreas sobre las que tenemos muchas páginas en blanco que debemos escribir entre todos.

Cualquier medida, sea del ámbito que sea, tiene que ajustarse a los parámetros que establecen quienes anteponen el respeto al medio ambiente a cualquier otra consideración. 

La Organización de Naciones Unidas marca, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el camino más corto para hacer de nuestro planeta un mundo mejor. No es solo una obligación para los coruñeses de hoy. Es, por encima de todo, una garantía para los coruñeses de mañana: nuestros hijos y nuestros nietos.

Por eso es tiempo de pasar a la acción. Es tiempo de apostar por un transporte público realmente eficaz y atractivo, que nos invite a dejar en casa los malos humos y el CO2. Es tiempo de caminar, y no lo digo en sentido metafórico. 

Es tiempo de darle a las nuevas forma de movilidad su propio espacio. No se trata de que los peatones nos apartemos para dejar sitio a las bicis, o que expulsemos a los patinetes de nuestras aceras sin más remedio.

Se trata de subir Coruña al tren de un siglo XXI cargado de oportunidades, pero con el riesgo de descarrilar si no nos manejamos con prudencia y sensatez. Si queremos un carril bici –que lo queremos– habrá que diseñarlo preguntando a quienes pedalean y a los que no, proyectarlo con quienes saben y ejecutarlo desde el sentidiño. Y aquí –siento decirlo– el orden de factores sí altera el producto. 

Equilibrio. Un carril bici mal diseñado elimina cientos de aparcamientos, genera dudas entre los propios ciclistas, alimenta el enfrentamiento entre éstos y los peatones y enciende los ánimos de los comerciantes, que se sienten agraviados. No demonicemos el carril bici; hagámoslo a medida de todos.

Conductores y peatones, ciclistas y patinadores, niños y mayores, embarazadas y padres con bebés y personas con movilidad reducida… Todos los coruñeses con derecho a disfrutar de una ciudad más verde, más azul, más amable, más saludable y más sostenible. Todo para tener la mejor Coruña, una Coruña imparable.

Hacia una Coruña más amable

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