La nueva normalidad

Una cosa es predicar y otra dar trigo. Esto es: resulta más fácil  dar consejos que practicar lo que se recomienda. Lo dice el viejo refrán y bien podrían aplicárselo los grupos de la oposición, la izquierda gallega en el Parlamento autonómico, que un día sí y otro también sale en tromba contra el presidente Feijóo. 

No paran de proclamar la necesidad de arrimar el hombro en unos tiempos de gran emergencia como la presente; de dejarse de críticas y de exigir responsabilidades para centrarse en atajar la pandemia y recuperar cuanto antes la actividad económica. Al menos así lo reclaman sus jefes de filas en los respectivos cuarteles centrales. Pero sus correligionarios de aquí no parecen prestarles la mínima audiencia.

Socialistas, nacionalistas, podemitas y mixtos le llamaron de todo al titular de la Xunta en la última reunión de la Diputación permanente habida en la cámara. Y menos mal que ni él personalmente  ni el PPdeG piensan en retomar la convocatoria electoral aplazada por causa de fuerza mayor. Pero lo tildaron  de ser un “telepresidente” al frente de un “Gobierno interino” que perpetra “un asalto al autogobierno” y  “pierde legitimidad” cada día que pasa.

Muchas veces me he preguntado si viviremos en el mismo país. Me da la impresión que la opinión pública no lo ve así ni justifica tamañas sobreactuaciones.  ¿Fundados temores electorales? Y es que tengo para mí que el presidente Feijóo está siendo uno de los dirigentes que no sólo a nivel gallego, sino también a escala nacional mejor ha sabido dar la talla. 

Didáctico en sus comparecencias ante los medios; sin excentricidades acusatorias contra el Gobierno central; manejando con soltura los diferentes frentes; dando sensación de tener muy controlados los problemas y, sobre todo, mostrando que detrás de su presidencia hay una mano fiable. Y hablando claro: Galicia no puede avalar el plan de desescalada avanzado por Pedro Sánchez.

En la esperada rueda de prensa  del martes  el presidente Sánchez no estuvo tan plomizo como en anteriores comparecencias. Dejó, sí, más incertidumbres que certezas y no se atrevió a dar fechas muy concretas sobre cuándo pasar  de la gran reclusión que vivimos a esa nueva normalidad gradual, asimétrica, coordinada y revisable que, si no hay rebrotes, nos esperaría a finales de junio. Sin test amplios y fiables a la población y sin, por tanto,  un plano epidemiológico era más que aventurado bajar a mucho detalle de calendario. 

¿Cómo será, con todo, la anunciada nueva normalidad? Con tanto tiempo por delante, aún es prematuro adentrarse en un mundo tan sorpresivo y todavía desconocido como el de este coronavirus SARS-CoV-2, responsable de la pandemia Covid-19 que nos aflige y de tan difícil manejo. Lo que sí está más claro es que será muy distinta de la disfrutada antes de su arrolladora invasión. Los tiempos pasados no volverán. Tal vez, ni a medio plazo.

La nueva normalidad

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