CÓMO HEMOS CAMBIADO

Pues sí, ¡cómo hemos cambiado! Diputados con rastas, diputadas negras, otras con bebés en brazos, muchos descorbatados y, en fin, un mosaico variopinto como sacado al azar de cualquier calle de cualquier ciudad española en hora punta. 
Pero de eso se trataba ¿no? De que el Parlamento fuese una representación fiable de la sociedad española, mucho más real que la anterior, en la que únicamente ciertas élites sociales (no intelectuales quede claro) accedían a los puestos de salida de los partidos tradicionales. 
Los diputados de estos partidos de siempre se frotaban los ojos ante tanta novedad, y lo más sorprendente, hasta los medios de comunicación, tan supuestamente modernos, pero realmente conservadores también, se mostraban igualmente asombrados. 
Hubo hasta quien, en ausencia de mejores argumentos y retratándose sin rubor, aludió a los perroflautas y a los piojos. No sé si en el nuevo Parlamento habrá piojos, pero en los anteriores, sin duda, había mucho parásito y sobraba la caspa.  

CÓMO HEMOS CAMBIADO

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