El espionaje tampoco se llama ya espionaje

Si a las pérdidas económicas se les denomina “crecimiento negativo” y a la emigración por culpa del desempleo “movilidad exterior”, a la purga se le puede llamar “feminización de las portavocías”. Eso al menos fue lo que hizo Podemos cuando se cargó a Errejón para encumbrar a Irene Montero. En la República se han superado. La Plataforma per la Llengua, que se autodenomina ONG del catalán, espió a los alumnos de varios colegios para averiguar qué idioma hablaban en el patio durante el recreo. Sin embargo, el consejero de Educación ha negado en el Parlament que se espiase a los menores y matizó que lo que se hizo fue “una observación de incógnito”. ¡Olé! y perdón por emplear una expresión tan española para premiar a un activista de la independencia. Ya lo saben los agentes secretos, cuando les pregunten su profesión deberán contestar: observador de incógnito.

El espionaje tampoco se llama ya espionaje

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