EL FÚTBOL Y EL CORAZÓN

La multitudinaria pelea entre aficionados ultras del Depor y del Atlético de Madrid, con el triste desenlace que todos conocemos, está desencadenando toda una tormenta de opiniones que pretenden sentar cátedra sobre los comportamientos de las personas que van a fútbol. Todos estamos de acuerdo en que la violencia no se puede consentir. Cierto tipo de expresiones verbales también serían censurables. Este deporte es, entre otras cosas, pasión, emoción y sentimiento. La rivalidad con el equipo oponente ha sido, desde siempre, uno de los alicientes de las aficiones. Quien haya asistido a un partido comprenderá que es prácticamente imposible presenciarlo comiendo pipas y como mucho comentando un pase mal dado o un fuera de juego dudoso.
La adrenalina lo invade todo. No hace falta ser ultra para que alguien pueda ejercer violencia verbal contra alguno de los protagonistas del encuentro. Y me refiero ahora a los árbitros. Todos hemos escuchado más de una vez como un estadio con decenas de miles de aficionados insulta de forma grave y al unísono al colegiado, sin que estos personajes que ahora van de salvadores del fútbol se hayan rasgado las vestiduras. No me malinterpreten. Condeno lo ocurrido entre los Riazor Blues y el Frente Atlético. Pero en un momento en el que las emociones afloran es preciso diferenciar a los delincuentes de los forofos. A los primeros hay que encarcelarlos. Y si se acaba con los segundos, el fútbol dejaría de ser lo que es. Un forofo no tiene por qué ser violento. Puede animar, gritar, llenar de colorido la grada y propasarse, aunque esté mal, en un momento determinado.
Todos han podido escuchar análisis de todo tipo acerca de la muerte del deportivista. Unos son más acertados que otros, pero algunos dan “noxo”. Al haber una víctima mortal y como el suceso causó consternación, los programas mercenarios del dolor ajeno se suman a la ola. Resulta chocante que las mismas personas que son expertas en las condiciones de vida de Isabel Pantoja en la cárcel, debatan sobre los residentes en la casa de Gran Hermano, cuenten los desamores de los famosos y hablen de todo lo que ocurre en la cosa rosa, también sentencien lo que tienen que hacer los aficionados al fútbol. En algo coinciden. Ambos mundos tienen que ver con el corazón.

EL FÚTBOL Y EL CORAZÓN

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