¡HASTA LOS C…!

La frase no es mía. La he tomado prestada de Antón Damborenea, primero de la lista del PP en Vizcaya, que en un acto partidista dijo textualmente: “Estamos hasta los cojones de la corrupción”, teniendo delante al presidente del Gobierno en funciones y de su partido (no en funciones), Mariano Rajoy. Me parece muy acertada para el momento actual. Y se puede utilizar en diferentes frentes que voy a analizar pormenorizadamente en este que es mi último artículo del mes de febrero. 
Quienes estamos bastante hasta las partes pudendas masculinas –cojones, testículos y una veintena de sinónimos oficiales y muchos más en la jerga diaria– somos los ciudadanos que vemos como los temas  vinculados con la corrupción y el enriquecimiento ilícito de políticos crecen de forma exponencial y alarmante, como si de una peste de siglos pasados se tratase. Un tema al que se ponen paños calientes, muchas promesas de actuación y pocas realidades, y son muy pocos los que tienen que ver el sol a través de los barrotes de una celda. Y el dinero, millones de euros, siguen sin ser ingresados en  las arcas de todos los que somos contribuyentes y  no desfalcadores, que es donde tiene que estar y no en paraísos fiscales.
Los españoles estamos bastante hasta los cataplines –otro sinónimo de cojones– de la clase política que no nos merecemos y que está dejando nuestro suelo patrio de los dineros como un desierto del que tanto nos hablan los meteorólogos cuando se refieren a la sequía que envuelve al globo terráqueo. 
Aquí casi nadie se salva. Ni en los cuadros de los políticos viejos, que han hecho una  profesión el arte del servicio público, ni en los jóvenes que cuando tocan pelo de poder o moqueta de despacho y coche oficial no dudan en engrosar las listas de los trincones, de un modo u otro. Es habitual que cada nuevo día nos despertemos con un nuevo caso de corrupción, delito fiscal, blanqueo de dinero y una larga retahíla de calificaciones tipificadas en el Código Penal. Muchos políticos, por desgracia, tienen la mano muy larga para estirarla a la manera  egipcia o meterla en el cajón en forma de comisiones y otras lindezas parecidas, como comprar productos o servicios de uso personal a cargo de los presupuestos de la entidad o institución pública en la que trabajan después de haber sido elegidos.
Los servicios y departamentos vinculados a las fuerzas de seguridad del Estado y juzgados especiales que tratan estos temas están más que colapsados. Algunos sumarios se alargan en los años, no se dan cerrado y se abren nuevas piezas sueltas o independientes. 
Redimir la pena en la cárcel me parece que es cumplir con toda justicia con nuestro Estado de derecho y que el político corrupto no quede impune. Pero también creemos muchos, y en verdad somos más que legión, que es de justicia que los dineros robados, desfalcados, comisionados, blanqueados…,  vuelvan a las arcas del erario público. 

¡HASTA LOS C…!

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