ELGAR Y MAHLER

Sabiendo que Edward William Elgar compuso su concierto de cello –Sussex 1919– bajo un prisma dramático, en cuanto a significación del dolor propio y visión del ajeno se refiere, no es extraño que resulte ardua y algo tétrica su escucha, a pesar de que la instrumentista encargada de llevar a puerto esta obra, Alisa Weilerstein, haya realizado un papel extraordinario, tanto en el planteamiento interpretativo como en el específicamente instrumental: su ejecución mostró una limpieza aplastante. Escuchando la versión en directo de esta colosal cellista no es de extrañar que haya grabado el pasado año este “Concierto para Violonchelo en Mi m Op. 85” con Daniel Barenboim y la Staastkapelle de Berlin; con seguridad, una referencia más actual que la versión de du Pré y Sir John Barbirolli de 1965.

El programa de abono comenzó por esta pieza, enigmática y algo concéntrica, con constantes variaciones y repeticiones involutivas del material melódico.

Alisa Weilerstein mostró habilidades connaturales a los grandes intérpretes, con una madurez interpretativa muy por encima de su edad física y una afinación perfecta en todo momento, todo ello dentro del marco estético de un sonido extremadamente cuidado. Ataques clarísimos de arco siempre dirigidos hacia un orden musical superior: puestos al servicio del fraseo, siempre amplio, cerrado en sí mismo pero dentro de esta perfecta visión de conjunto. Discurrieron los movimientos de este concierto con extrema calidad, aunque como comentamos, la mente de Elgar no era sinónimo de luz y humor, y esto se hace notorio al escucharlo.

Fuera de programa, amablemente, nos ofreció las Bourrées BWV 1009, de la Suite III para cello solo de Bach. Perfectas excepto en su ornamentación, pues al comenzar los trinos por la nota real y batir hacia la superior su versión retrocedió en el tiempo más de treinta años, ciñéndonos estrictamente al estilo.

La Sinfonía No VI en La m de Mahler cerró el programa del viernes. Su enfoque fue lento, embarullado y pesado, y algo habitual, con la “armada invencible” metalera tapando a todos los demás instrumentos. Nunca entenderemos el por qué.

 

ELGAR Y MAHLER

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