LA LECCIÓN MÁS CRUDA Y BESTIAL

Tras una catástrofe o una desgracia de magnitud importante, la pregunta que cabe hacerse es si el resultado sería igual  en el caso de que volvieran a producirse los hechos desencadenantes de la misma. Por ejemplo, eso sucedió, de forma sistemática, con todos y cada uno de los grandes petroleros que se hundieron en la costa gallega. Los ciudadanos, una vez superado el trauma de limpiar las costas, se interrogaban si es posible que otro “Urquiola”, “Mar Egeo” o “Prestige” podría volver a teñir el mal de luto.
Algo similar pasa en A Coruña, que ayer recordaba a sus particulares héroes. Esos tres agentes de la Policía Nacional que perdieron la vida intentando sacar del embravecido mar del Orzán al estudiante Tomas Velicky. Rodrigo Maseda, José Antonio Villamor y Javier López murieron por llevar su compromiso con los demás más allá de lo que las ordenanzas e incluso la razón, les imponía.
Tras el suceso, el Ayuntamiento de A Coruña creó un equipo, dentro del cuerpo de Bomberos, especializado en rescates en el mar. Es la única medida adoptada por una administración pública tras una tragedia que, por desgracia, se puede volver a producir en cualquier momento, puesto que, de hecho, hace unas semanas, sucedió algo similar en la costa ferrolana.
Se habló de dotar a los coches patrullas policiales de chalecos salvavidas, de instalar cámaras y de preparar a los agentes para este tipo de eventualidad. Sin embargo, salvo el Ayuntamiento coruñés, todos los demás organismos implicados, dejaron que el tiempo, del que dicen que cura las penas, hiciera que se olvidaran sus compromisos.
Desde luego, es evidente que no es posible llenar el maletero de los coches policiales con la impedimenta necesaria para responder a cada emergencia que se pueden encontrar los agentes en su quehacer diario. Es cierto, pero, en ese caso, mejor hubiera sido que se abstuvieran en su momento de intentar tapar con promesas la evidencia de la falta de medios con la que los policías tienen que efectuar su trabajo a diario.
Pese a todo, aunque cada vehículo patrulla llevara un remolque con una zodiac, es evidente que se seguirían produciendo ahogamientos, porque la cadena se rompe por el eslabón de quien desoye las alertas y advertencias de peligro que las autoridades lanzan cada vez que un temporal sacude la costa.
Llevamos un invierno particularmente duro en lo meteorológico y, por desgracia, esa dureza, este año, se puede medir por el gran número de personas que fallecieron en el mar.
Si aquel joven no se hubiera acercado al agua aquella maldita noche hoy no habría héroes a los que llorar y, por desgracia, parece que no aprendemos ni cuando la naturaleza se empeña en darnos la lección más cruda y bestial.

LA LECCIÓN MÁS CRUDA Y BESTIAL

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