La hija del txakurra

Me llamo Olaya y tengo una hermana que perdió el nombre y el juicio el día en que ETA asesinó a nuestro padre. Y me dirijo a los promotores de la iniciativa  “Los niños de la mochila”, en torno a hijos de presos de ETA.
Teníamos nueve y seis años el día en que vinieron a buscarnos a un colegio, donde, entre otras ofensas e indiferencias, los profesores se divertían preguntándonos por las profesiones de nuestros padres. 
Sabían que veníamos en un autobús de la Guardia Civil, y aún así nos preguntaban, y muchos de nosotros siguiendo las indicaciones dadas en casa les mentíamos, y ellos reían. Yo les respondí, es Guardia Civil, y esa rebeldía me costó tener que oírles decir aquel maldito día, “por fin se ha quedado huérfana la hija del txakurra”. 
No escribo esta carta para narraros lo que ya sabéis, sino para deciros que no respetáis ni la elemental inocencia de la infancia, y que vuestro fingido arrepentimiento se funda en seguir sembrando odio. Les robasteis a esos niños sus padres con falsas palabras y a mí estos el mío con plomo, y ahora los ponéis por delante para que den lástima, mientras celebráis el regreso de los verdugos jaleándolos como héroes, y denigrando a las víctimas. Habláis de niños de la mochila, yo de niños de la lápida.  
Y os pregunto, ¿dónde nos vamos a encontrar si vaciáis de lo humano todos los espacios, si cegáis esa posibilidad? 
Lo sé, os importa un bledo, como la vida y la muerte de los demás.

La hija del txakurra

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