Los hechos se repiten. Veamos: el lunes 26 de mayo, se dieran cita y escala en nuestro puerto tres grandes barcos da pasajeros, en cruceros turísticos, en los cuales accedieron a nuestra hermosa –a pesar del Gobierno municipal– ciudad de La Coruña, más de 7.500 turistas.
Una gran parte de ellos se dedicaron a “patear” nuestra capital y a fotografiarla o inmortalizarla en vídeos, durante el tiempo que bajaron a tierra. Decenas de ellos recorrieron a buen pie nuestra incomparable Ciudad Vieja. Y también decenas de ellos mostraron su asco y hasta su “vergüenza ajena”, al contemplar la inmundicia, la porquería, la dejadez y la asquerosidad que campean en la cubierta acristalada del lienzo de muralla que se ofrece al público –ojalá no se ofreciera para evitar tanto ludibrio que avergüenza al pueblo de La Coruña– en Puerta Real, justo delante de la casa que en vida sirvió de morada al llorado alcalde Alfonso Molina Brandao. Y una vez más, a mayor deshonra del gobierno municipal, los turistas llevaron plasmada –borrosa, eso sí, porque la mierda no permitía imágenes nítidas– la muestra, histórica pero abandonada del lienzo de muralla “felizmente” plagado de excrementos de palomas y gaviotas, de polvo, de mierda en una palabra.
Y llevaron también plasmada una imagen sucia, atrabiliaria y procaz de nuestra capital. Todo ello, gracias a la triunfal labor del gobierno municipal. Pero conociendo desde varios días antes la llegada de los barcos, ¿era tan difícil dar la orden de que se limpiase el lienzo de muralla para evitar la vergüenza ciudadana? Y ello, aunque después se volviera a ensuciar pero, por lo menos, no quedábamos con el culo al aire ante decenas y decenas de visitantes extranjeros. Si hay justicia en la política, que lo dudo, las urnas tendrán que avergonzar y castigar a los responsables de tanta inmundicia. Que no son, precisamente, los barrenderos.