DEL CAMPO EMBARRADO

La descubrió en un repaso a la relación de acreedores del Deportivo. Virtudes Docampo Lameiro. Hasta entonces no había reparado en ella. Quizá porque la cantidad que le debía el club no era muy alta: 6.900 euros. Pero, por pequeña que fuese la deuda, tenía derecho a cobrarla. Había que ponerle cara. Conocer su historia. Dar con ella fue sencillo. Un teléfono a su nombre evitó las complicadas pesquisas de otros casos. Una conversación breve sirvió para citarse en su casa. Allí estaban ahora, sentados en el salón de un piso de Monte Alto. Ella, en una butaca poco mullida –“Así me cuesta menos levantarme”–; él, en un sofá tapizado de blanco y azul que había vivido tiempos mejores.
La habitación era un santuario del Deportivo. Fotografías dedicadas por futbolistas, varias de las cuales ya habían amarilleado, cubrían una pared. Un balón, de pentágonos y hexágonos blancos y negros, firmado por la plantilla de la temporada 1969-70 descansaba junto al televisor. Un póster con la plaza de María Pita atestada de coruñeses que celebraban el título de Liga con los jugadores, asomados al balcón del ayuntamiento. Fran en el palco del Bernabéu levantando la Copa del centenariazo... Casi no hizo falta preguntarle nada. Virtudes era locuaz y se hacía entender: Llegar bien de cabeza a los 87 años es una ventaja. Puedo contarlo todo tal como fue, pero también puedo fabular y contar las cosas como me hubiese gustado que fueran. Así que tu tarea es saber hasta dónde llega la realidad y dónde empieza la ficción.
El dinero no lo quiero para mí; será para mis nietos, para que estudien la carrera en Estados Unidos. Son buenos chavales. Yo quería que fuesen futbolistas, pero salieron torpes con el balón. Mira, este es el documento de lo que me debe el Deportivo. Léelo. Ya ves, el club se compromete a pagarme 2.000 pesetas al mes hasta llegar a un total de un millón. En los sesenta era una buena cantidad, pero no cobré ni un céntimo. Ahora reclamo el millón y los 900 euros como interés por demora; no sé si el cálculo es correcto, pero el 69 es un número bonito. En otro tiempo me hubiese dado vergüenza explicarte cuál es el origen de la deuda, pero si a mi edad no hubiese perdido el pudor...
Yo tenía que estar las 24 horas disponible para solucionar problemas que no se arreglaban en el campo. Presidentes, arbitros... me entiendes, ¿no? El Deportivo sumó más puntos gracias a mí que a cualquier delantero centro. Le di ascensos, lo libré de descensos... Los jugadores se entregaban sobre el césped; yo en otros sitios, mis virtudes eran otras. ¡Aquellos campos...! En cuanto llovía un poco se convertían en un lameiro, los futbolistas acababan los partidos embadurnados de barro. Yo, en cambio, siempre estaba limpia de los pies a la cabeza y olía a perfume. Pero desde entonces ha pasado mucho tiempo; hace casi cuarenta años que no disputo un partido. ¡Cuánto cambió el fútbol desde entonces! Solo una cosa sigue igual: los presidentes que no le pagan ni a su madre.

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