Pasarela política

Visto lo visto, sin duda, no merecemos más, quizás tampoco menos. Siempre se han quejado los ciudadanos de los políticos, de la clase política que tenemos. Pero se equivocan. Tenemos lo que merecemos. El espejo y reflejo de la sociedad. Y viceversa, los políticos también tienen la sociedad que se merecen. Ni mejor ni peor, lo que hay. Demasiada inconsistencia. Sobrada y manifiesta relatividad. A pocos le importa lo público. A pocos lo que a la sociedad le acaezca.
Vivieron las Cortes la tercera de las mociones de censura que ha conocido la democracia. Ninguna de las tres arrumbó, esta tampoco, éxito alguno, si bien la de 1980 sí posicionó a Felipe González en toda una declaración de principios e iniciación político-mediática de cara a ser alternativa real a la Moncloa. Hernández Mancha fue un despropósito, como lo era en aquel entonces aquella Alianza Popular demasiado perdida en buscarse, en no atrincherarse en familias y romper su techo de acero que no cristal fraguiano.
Pero, esta, la de Pablo Iglesias, tan absurda como carente de fundamento y tiempo, pasará a los anaqueles, si es que como tal pasa, por propiciar un bálsamo al presidente del Gobierno. Olvidaron, aunque de amnesia no sufren los podemitas, en plantear al Gobierno y su presidente una censura en toda regla y hacer causa inquisitorial al Partido Popular. Transmutando el objeto, Gobierno por partido, han llenado unas cuantas frases, ya conocidas, no por ello menos maniqueas, para titulares y corrillos, pero nada más.
La vehemencia y el terremoto con que arrancó la portavoz de Podemos solo tenía razón si iba a más, otra cosa es el respeto, bastante poco en la diatriba política, pero la verdad que sus dos horas de lectura, fue a menos. A mucho menos. Y ante esos mimbres, un viejo y avispado presidente del Gobierno, como más de tres décadas y media en la vida política, lo tenía bastante fácil, sin emplearse y sin entrar al fondo de lo planteado.
Más que censura le han dado la oportunidad de reafirmarse, revitalizarse y de lucirse, aunque medir la palabra lucimiento en estos momentos de declives discursivos y narrativas superficiales amén de discursos simplistas para párvulos, es difícil. Demasiado fuego amigo en el fondo.
Son otros los problemas que azotan y noquean a España, más que el de la corrupción, el de la moción de censura o que La Tigresa, una de las mayores asesinas de la banda terrorista ETA salga de prisión; 23 años, 23 crímenes. Solo los hipócritas se rasgan las vestiduras. Es la ley, la que no quisieron cambiar nunca todos los padres leguleyos que se sientan en sus escaños bien remunerados y refrigerados en esta calima sorpresiva.
Dicen que hubo una moción de censura, como la que en Madrid, Comunidad de Cifuentes también hubo la pasada semana, pero a este país, afligido y carpetovetónico, simplemente le ha traído sin cuidado tamaña sobreactuación coreográfica. A ver si empezamos a ser serios en este ruedo ibérico esperpéntico hasta la náusea. Cuánta frivolidad política. Trabajar debe cansar. Solo es pasarela.

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