Colegio de Abogados

Augusto José Pérez-Cepeda Vila, decano del Ilustre Colegio Provincial de Abogados de La Coruña, se complace en invitarme al acto que tendrá lugar mañana en la Fundación Barrié de la Maza, c/Cantón Grande, 9, para celebrar la fiesta patronal, Nuestra Sra. del Patrocinio. A uno se le aprietan las carnes y castañetean los dientes por halago tan inmerecido. Después de todo, cincuenta añitos de nada adscrito a esa institución, sólida y estable, primus inter pares, desde su fundación en 1760 hasta 2016. Porque el colegio coruñés es algo más que una asociación profesional. Constituye base y fundamento donde sus asociados buscan la verdad jurídica dígala Agamenón o su porquero; dado que la frase de Martín Luther King –“tendremos que arrepentirnos en esta generación, no tanto de malas acciones de la gente perversa, sino del pasmoso silencio de la gente buena”– ha quedado muy arrinconada en el actuar de las mujeres y hombres que han integrado, integran e integrarán el colectivo herculino de magistrados, fiscales, abogados y funcionarios que actúan en nuestras demarcaciones judiciales.
Ahí están las actividades didácticas, divulgadoras, recreativas o de profundo calado social promocionadas por este colectivo que se abre en la Mutualidad General de la Abogacía o atiende a otros menestres domésticos que rivalizan en importancia humana. Pues, frente al caos que pretende arramblar con la Justicia y Libertad, se alzan las leyes, reglas, aforismos y principios de Derecho que han mantenido el progreso, orden y disciplina en las civilizaciones y culturas. Así sabemos que el demasiado rigor es injusticia, pero tampoco ignoramos, práctica habitual de nuestros colegiados, la sentencia de Justiniano: “Pareció bien que en todas las cosas fuese más atendible la razón de justicia y de equidad que las del estricto derecho”.
Para nosotros, el Colegio es una vocación fraternal.

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