Austedes a lo mejor no les importa, pero luego de conocer la fecha, un servidor respiró tranquilo. Vivíamos, recuerden, pendientes de calendario mayam que estaba empeñado en asegurar que esto se acaba en vísperas de la navidad… con lo que nos perdíamos unas elecciones, con su campaña electoral.
Muy sabiamente, después de consultar a los augures o, simplemente, luego de recibir el encargo de Rajoy, don Alberto decidió unir su nombre al de Pachi (ya saben: 21-O, elecciones en el País Vasco), sin temor a consejos de otros videntes que le advirtieron de que “de uno a otro”, como en la oca, puede irse a casa.
Un servidor lo había advertido: ojo con los idus de marzo, atención al calendario de los mayas y precaución a las medidas de Rajoy-De Guindos y su alegre muchachada… Por tanto, nos quedaba “libre” santa Úrsula, virgen y mártir.
No les haré aquí la broma de que se trata de una redundancia, pero sepan que nosotros, los ciudadanos, mártires por todo lo que pasa a nuestro alrededor ya no llegamos vírgenes a las urnas el 21-O, no, seguro que no.
Tampoco le hagan ascos a la fecha pues según la leyenda, Úrsula –luego santa– hija del rey de los britanos, fue asesinada por los hunos junto a otras diez mil vírgenes.
Y aquí, entre los unos y los otros (¡no me haga decir nombres, amable lector!) nos están matando a disgustos: que si sube el IVA, que si bajan las ayudas a la dependencia; que si se encarece la luz y se empobrecen las nóminas.
Que si ya nadie puede vivir con cinco mil cien euros al mes o que doña Espe tiene problemas para pagar la calefacción con su sueldo de presidenta; y que la señora ministra del desempleo y la estupefacción, doña Fátima, está preocupada por el futuro de los miles y miles de familias que malviven en España con solo ocho mil euros de ingresos mensuales, que si patatín y patatán, no nos queda otro remedio que acudir al santoral en busca de ayuda.
Y ahí, zas, nos encontramos con santa Úrsula que pasaba por ahí el 21 de octubre y fue la elegida por don Alberto una vez consultado todo el santoral por el señor Rajoy, que nos había prometido un año mariano y aún no cumplidos los trescientos sesenta y cinco días llevamos un “annus horribilis.
Que santa Úrsula nos salve.