LA MANTA

La manta emana un hedor a podredumbre. Acartonada por la falta de luz y de aire puro. Las fibras empiezan a deshilacharse de tan estiradas en esos intentos de cubrirlo todo. Las manchas empiezan a extenderse por la superficie. Orearla puede provocar una intoxicación sin precedentes.

No sabemos si las manos que la agitan son honestas o practican trucos de magia interesados. Abracadabra y aparecen los documentos que podrían cambiarlo todo. Aunque lo más probable es que nada se mueva. Los delitos prescriben y resultan prácticamente imposibles de probar. Una sospecha no es suficiente para hacer caer a los poderosos. Especialmente si, como es de suponer, harán cuanto esté a su alcance para mantener sus oscuros secretos lejos de miradas ajenas.

Quien habría amenazado con descubrirlos niega ahora cualquier relación con el escándalo. Sus papeles no son suyos. Es lo que espera que deduzcamos de sus declaraciones. No hubo contabilidad pararela, pagos opacos o donaciones desviadas, asegura. Por si su palabra aún tiene algún valor. Al menos más que los registros manuscritos que se presentan como la prueba de que las raíces de la corrupción en el partido del Gobierno son tan profundas como vergonzosas.

Otros, sin embargo, confirman las anotaciones. El presidente del Senado se reconoce como beneficiario de las retribuciones. Sobresueldos, los han llamado algunos. Reparto del botín, han dicho otros, quizá más acertados. Un adelanto de la nómina, aclara presurosa la secretaria general, que poco antes insistía en la falsedad de los datos. Afloran las contradicciones. Y el ambiente se hace más irrespirable.

La oposición afila los cuchillos al tiempo que cruza los dedos para no protagonizar mañana la portada de algún diario con un caso que haga palidecer a este. Nadie parece estar en condiciones de tirar piedras. Semeja que todos, en uno y otro bando, las usan para anclar su silla. Agarrados al poder por encima de la honra.

Por nuestra parte, los que nunca hemos tenido el cobijo de manta alguna, desamparados ante los bancos, los recortes, los despidos, la corrupción, fantaseamos con que no quede un rincón sin barrer mientras nos aguantamos las náuseas. Como tantas otras veces.

LA MANTA

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