Blanco se busca la vida con otro buen empleo

José Blanco, el político que en Galicia hizo carrera como Blanquito y en Madrid como Pepiño, no es muy de lerias; se conformó durante mucho tiempo con disfrutar de las tardes de toros en la plaza de Pontevedra y tomar café en las gasolineras, pero si le diese por hablar sobre las ansias de venganza de Pedro “La sonrisa” Sánchez rebajaría a la condición de mera anécdota los discursos de Fidel Castro. El rencor no dejó de crecer en el corazón del secretario general del PSOE desde su muerte y resurrección. De hecho, a Blanco, como a tantos otros, le separó la cabeza del tronco de un solo tajo y lo dejó sin escaño en Bruselas. Tampoco se pierde mucho, pues desde la retirada de los tercios de Flandes es la ciudad más aburrida del mundo, tedio que se combate dándole vueltas a la cabeza con lo que no es fácil acabar pensando disparates, como Lidia Senra. Pero entre el empujón de Sánchez y su propio movimiento, Blanco se ha vuelto a casiña para trabajar en una consultoría. No le iba a faltar de comer, pero ahora ya está claro que hasta podrá invitar a los amigos a alguna enechenta de vez en cuando. Hasta a Sánchez si le da una arroutada.

Blanco se busca la vida con otro buen empleo

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