Resaca tras el atentado

Españoles que viven y trabajan allí suelen comentar que en el Reino Unido manejan mal las emergencias; que lo imprevisto los descoloca mental y operativamente; que  tienen a gala observar  los célebres protocolos; es decir, los procedimientos, reglas y formalidades establecidos para cada situación, de los que les cuesta salir pase lo que pase. Y todo ello, a su debido ritmo, sin pausa, pero sin prisa, sopesando cada decisión, dejando en segundo plano consideraciones humanas o humanitarias y convirtiendo en definitiva el proceso en lento y prolijo.  
Es lo que ha  sucedido con la identificación de las ocho víctimas del atentado del fin de semana pasado en la capital británica, lo que no se entiende en otras latitudes y mucho menos en la nuestra, malacostumbrada como está a la exigencia de retransmisión en directo de las investigaciones. Los protocolos tienen sus ventajas, pero así mismo sus inconvenientes o desajustes si no se actúa al tiempo con la flexibilidad que requieren las circunstancias.
El caso nos ha llegado hasta aquí con especial intensidad, habida cuenta de la condición  española de una de las víctimas, cuyo heroico comportamiento ha sido en justicia destacado  y cuya familia ha pasado con ejemplar serenidad el inhumano calvario de la falta de información sobre el paradero del inicialmente desaparecido.  
De todas formas, habrá que decir que en sucesos y situaciones similares otros países como Alemania toman también con cierta cautela la información oficial  al respecto. En Gran Bretaña, además, llovía sobre mojado, pues, como se recordará, a raíz del atentado de Manchester las filtraciones salidas de servicios secretos  extranjeros dificultaron las investigaciones hasta el punto de que Londres  hubo de cerrar todo intercambio de información reservada.
Especial crítica ha merecido el hecho de que los señalados como autores de los acuchillamientos fueran gentes en principio fichadas y seguidas por la Policía. Tampoco ello es nada nuevo y sucedió con anterioridad no  sólo en el propio Reino Unido, sino también en Francia, Alemania y Bélgica en momentos parecidos. 
¿Habrá que conformarse con tan clamorosos déficits o habrá que cambiar de estrategia a la hora de analizar datos como dicen que van a hacer  el M15 y Scotland Yard?  
Se trata, con todo, de una tarea más que complicada, pues se cuentan por miles –de 23.000 se habla en el Reino Unido-  los potenciales autores de acciones terroristas que figuran en los archivos policiales y a los que habría que seguir. 
Que cuestiones como la seguridad hayan centrado el último tramo de la campaña electoral para las elecciones del jueves, resultaba inevitable. Unas elecciones innecesarias, de las que la primer ministro Theresa May ha salido más que malparada y que dejan de nuevo al país –como con el bréxit– dividido por la mitad y sin saber mucho por dónde tirar.

Resaca tras el atentado

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