No es Franco

El principal problema de España no es Franco. Me da igual donde esté enterrado o dónde lo vayan a llevar. En todo caso es un problema de su familia. No voy a juzgar la sentencia por unanimidad del Tribunal Supremo ni siquiera en que fije, si es así, dónde deben acabar sus restos. Las sentencias se acatan y punto. Es una historia vieja que estaba muerta y que algunos llevan tiempo tratando de resucitar por intereses partidistas y, permítanme, sectarios. No es el problema. Sí lo es la revancha o el odio. La memoria histórica debe contemplar todos los hechos y no solo los de una parte, porque entonces no es memoria sino venganza y los españoles ya en 1978 firmamos un pacto por las libertades y la esperanza que es la Constitución. Lo firmaron, en nuestro nombre y desde la generosidad de los unos para con los otros, muchos de los que habían sido protagonistas de una de las peores páginas de nuestra historia. Ni siquiera tiene sentido si se trata de derrotar, por fin, a la derecha. Ni tiene sentido pretender que la izquierda vuelva a sus cuarteles de invierno como cuando no había libertades ni derechos.

El problema no es Iglesias ni Errejón ni Rivera ni Abascal ni Casado o Sánchez... incluso si se empeñan en algún caso, en serlo. El problema no es tampoco, no debería serlo, las ambiciones personales o el odio entre líderes.

El problema son los ciudadanos, sus derechos y sus libertades. El problema es la recesión económica que se vislumbra en el horizonte y el frenazo en el empleo que empieza a ser notable después de meses y meses ausencia de un Gobierno capaz de tomar medidas. El problema es la imposibilidad de aprobar unos Presupuestos para 2020 y tener que seguir un año más con los de 2018, de Rajoy y Montoro, que denostó el PSOE en la oposición, pero que le han permitido sobrevivir hasta hoy trampeando las cuentas. El problema es Cataluña y los responsables de un conflicto que se enquista más y más. El problema es el Brexit que nos amenaza, la inmigración que no somos capaces de afrontar con seriedad, la lucha contra el cambio climático que, de momento, solo tiene batallones de palabras, pero pocas medidas reales, las pensiones, la fiscalidad, el colapso de las comunidades autónomas por ingresos que no perciben porque no hay Gobierno. El problema es la educación, con unos elevados índices de fracaso escolar y otros igual de importantes de fracaso posteducativo: más del 37 por ciento de los graduados españoles no logran un trabajo acorde a su formación.

Y eso no lo va a arreglar solo Sánchez, aunque gane quince o veinte escaños. Ni tampoco contando con Errejón o con lo que quede de Podemos. O con el PNV y con Revilla. El problema, los problemas de España solo se pueden arreglar con un pacto de Estado con todos o con casi todos. Y si no son capaces de sentarse en una mesa pensando en España y en sus ciudadanos, deberíamos botarlos y elegir a otros que estén dispuestos a ello. Esta es la última oportunidad de Sánchez, Casado, Rivera, Iglesias, Abascal, Errejón y compañía para pasar del rencor, la revancha y los pequeños intereses a trabajar por el conjunto de la ciudadanía. De los intereses de partido a los intereses de los ciudadanos. No nos defrauden otra vez, aprovéchenla.

No es Franco

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