La paloma negra de los excesos

Mujer de rompe y rasga, inconformista y rebelde, cantante de voz rasposa y rota, anclada en las entrañas, con la que extraía a las canciones fervores y rencores, murió a los 93 años Chavela Vargas a la que Sabina, confeso admirador, le cantó “las amarguras no son amargas, cuando las canta Chavela Vargas”.

Amarguras que, con su muerte volverán a ser amargas para la legión de incondicionales seguidores de Isabel Vargas Lizano, costarricense de nacimiento y mexicana de corazón. La vida de Chavela Vargas está entreverada de leyendas, situaciones y anécdotas verdaderas y otras rigurosamente inciertas, de zonas de luz y alegría y otras de silencio y sombra, lo que da un halo aún más inquietante y sugerente a su trayectoria. Se abrió camino en las cantinas como cantante de un género que estaba dominado por varones hasta convertirse en un ícono de la música ranchera, pistolón en el cinto, para hacerse respetar, y el cancionero de Jorge Negrete, Pedro Infante, y José Alfredo Jiménez –con este último “La Chamana” alcanzó la tesitura desgarrada del cantar–. En corridos como “Juan Charrasqueado” y “Simón Blanco”, rancheras como “La Llorona” o boleros como “Piensa en mi” –por citar algún ejemplo– ella supo hacer llorar, de tristeza pero también de alegría, a medio mundo. El infierno del alcohol y la desesperación duraron casi veinte años, de los 70 a los 90, cuando volvió a reencontrarse con su público gracias a Pedro Almodovar que la incrustó en algunos de sus filmes describiéndola como “la voz áspera de la ternura”. Esta “Paloma negra de los excesos”, diría la canción “Por el boulevard de los sueños rotos”, su gusto por el alcohol, el tequila en particular, fue constante en su vida. En julio, Chavela ofreció su último recital en España, que dedicó a la memoria del poeta Federico García Lorca y en el que interpretó temas del disco “La luna grande” que compuso en su honor. Hace poco explicó que la muerte no le preocupaba, porque “puede ser bellísima”: “A la muerte no le tengo miedo. Tengo 93 años y a la muerte la imagino bellísima, como un descanso...”. Un descanso merecido y en paz, mientras sus seguidores encontraran consuelo en sus canciones.

 

La paloma negra de los excesos

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