Dar a cada uno lo suyo

Dar a cada uno lo suyo es la regla de oro de la justicia, felizmente acuñada por los más prestigiosos juristas romanos. En efecto, si no se da lo que se debe al que se le debe, la justicia no existe.
Por otra parte, es evidente que si queremos que se respete “lo nuestro”, es decir, lo que nos pertenece, debemos respetar “lo suyo”, es decir, lo que pertenezca a los demás.
De esa manera, lo suyo y lo nuestro se complementan y relacionan recíprocamente. El propio Rousseau decía que “confundir lo tuyo y lo mío es volver a vivir en las selvas”, para reconocer seguidamente que al primero que tras cercar un terreno se le ocurrió decir “esto es mío” se debe el nacimiento de la sociedad civil, basada en el derecho de propiedad frente al estado de naturaleza en el que los frutos son de todos y la tierra no es de nadie.
La anterior aseveración no es del todo exacta, pues en ese hipotético estado de naturaleza, imperaría “la ley de la selva” y, por lo tanto, el derecho del más fuerte.
Pero el problema se plantea a la hora de determinar qué es “lo suyo”, es decir, lo que se debe dar a cada uno. Y es, en este punto, donde no existe unanimidad de criterio, ni regla fija, inmutable y universalmente aceptada.
Puede decirse que lo que se establezca como “suyo”, es decir, lo debido y que corresponde al otro, puede cumplirse espontánea o voluntariamente y necesaria u obligatoriamente; pero en ambos casos, sólo a la ley corresponde la facultad de atribución, de definir, según el carácter y naturaleza de cada ordenamiento jurídico, lo que pertenezca a cada uno y lo que los demás deban respetar. Se trata del conjunto de valores o principios que cada sistema jurídico incorpore a su proyecto de vida en común; en definitiva, al sistema de vida que se establezca para la actividad social de las personas y para su relación con el Estado y el resto de la sociedad.
Según el carácter liberal o intervencionista, totalitario o democrático, laico o confesional, de defensa de los derechos humanos o no, las categorías de lo tuyo y de lo mío, no serán las mismas ni idénticas, pues los derechos que correspondan a las personas como miembros de la sociedad y los que les correspondan como ciudadanos del Estado dependerán, en cada caso, del sustento ideológico y de la escala de valores que impere en cada comunidad política.
En conclusión, puede decirse que, si el ordenamiento jurídico reconoce los derechos humanos, establecerá un conjunto normativo que los proteja y garantice su disfrute y ejercicio; si, por el contrario, la ley se utiliza como instrumento de poder para imponer un sistema o régimen de gobierno autoritario o despótico, los valores de lo propio y de lo ajeno, así como los del individuo y del Estado, perderán su verdadera naturaleza para depender exclusivamente de la decisión y voluntad del gobernante.

Dar a cada uno lo suyo

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