La diferencia entre ir a clase de oyente y estar matriculado

Alexandra Fernández vivió mucho tiempo bajo la sospecha de que era bipolar –mareante en Galicia y podemita en Madrid–, pero se acabó sabiendo que de bi, nada; solo tenía un polo, o país. En cambio, a sus cuatro compañeros del grupo parlamentario –dígase grupo confederal si se utiliza el argot morado– de Ni Unidos Podemos en el Congreso les iba otro polo: el madrileño. En Marea, originariamente un espacio multicultural hispano-galaico y ahora sabe Dios qué, tomó una decisión clara: “no” a los Presupuestos Genrales del Estado. Pero solo Fernández se mantuvo fiel a ese acuerdo, los otros cuatro parlamentarios rompieron la disciplina de voto. La lección impartida por Fernández le provocó tal subidón al exjuez y virtuoso de la gaita y la zanfoña Luís Villares que ya ha jurado y perjurado que los representantes de su formación en el Congreso no van a permitir que el PSOE se vuelva a olvidar de Galicia. Buen propósito, el problema es que las enquisas pronostican que los mareantes que acudan a los plenos parlamentarios se sentarán en la tribuna de invitados.

La diferencia entre ir a clase de oyente y estar matriculado

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