Trump y Kim, un éxito

Es pronto para saber si del encuentro entre Donald Trump y Kim Jong-un se van derivar beneficios para la población de Corea del Norte. Harta de padecer penurias en razón de las extravagantes recetas económicas del régimen, pero también por obra de las sanciones económicas internacionales. Lo que sí se puede dar por hecho es que el encuentro de Singapur ha servido para legitimar al dictador y a su obra: la dictadura más coriácea de cuantas quedan todavía en el planeta.
No sabemos si entre los acuerdos figura un plan concreto para desnuclearizar Corea del Norte, con qué calendario y si Piongyang permitirá la presencia de observadores internacionales. Tampoco ha trascendido que Kim se haya comprometido a destruir su arsenal atómico enterrando la espada de Damocles con la que amenaza a sus vecinos del Sur y a Japón. Puede que el acuerdo consista en no proseguir con las pruebas de misiles. Lo único que quedó claro es que Estados Unidos suspenderá unas maniobras militares conjuntas con Corea del Sur que ya estaban programadas y que el Gobierno de Corea del Norte tildaba de amenaza. También se sabe que las tropas norteamericanas seguirán en la zona. No olvidemos que Corea del Norte presume de haber conseguido miniaturizar cargas atómicas susceptibles de ser transportadas por misiles. Los mismos con los que ensayaba en el mar de Japón.
Todo es un tanto nebuloso. Algunos analistas han llegado a la conclusión de que la opacidad que ha seguido al encuentro en orden a conocer los posibles acuerdos alcanzados no es tal. Que si no ha trascendido información es porque no hubo acuerdos. Quiere decirse que el encuentro, el paseo por el jardín del hotel, la entrevista con traductores pero sin asesores, la invitación de Trump a Kim para que visite la Casa Blanca y los apretones de manos ante las cámaras de la televisión y los fotógrafos, es todo cuanto dio de sí el encuentro más publicitado de los últimos tiempos. Y puede que sin ser mucho no sea poco dados los antecedentes de la mala y tensa relación habida entre los dos mandatarios en los últimos meses. Hasta con cruce de insultos. Quizá todo haya sido un montaje de relaciones públicas y propaganda, pero visto que ha contribuido a rebajar la tensión en la región, no es poco. Bien pensado, es mucho. 

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