El primer Picasso

Un acontecimiento excepcional es sin duda la muestra “El primer Picasso” que se realiza en el Museo de Belas Artes, cuya organización ha corrido a cargo de la conservadora del Museo Picasso de Barcelona, Malén Gual . Este trabajo arroja luz sobre la etapa menos estudiada  o incluso minusvalorada de Picasso y demuestra la importancia que tuvieron esos años de formación, desde octubre de 1891 –llegada de la familia Picasso a A Coruña– hasta su partida en abril de 1895.
Llega aquí un niño de 10 años, del que el profesor Muñoz Degrain de la escuela malagueña de pintura, amigo del padre, había dicho “ que nunca llegaría a ser pintor y que podía dedicarse a otra cosa” y se va de la ciudad a los 13 años con un ingente número de dibujos: estudios académicos, álbumes, cuadernos, apuntes, libros de texto profusamente ilustrados, dos revistas manuscritas… y con un conjunto de óleos de escenas, paisajes y retratos que atestiguan ya al talentoso pintor y dan fe de su versatilidad creadora y de sus prolíficas capacidades; además ha realizado dos exposiciones, en el nº 20 de la calle Real, que han merecido elogiosas críticas.
Así que aquí llegó un embrión de pintor y salió un proto-genio, por lo que se puede afirmar que fue en A Coruña donde pasó su prueba de paso, su primera ordalía que incluye también el primer amor y la primera experiencia directa de la muerte: la de su hermana Conchita. Amén de eso, llevaba consigo las luces atlánticas, tan diferentes de las de su Málaga natal, los númenes del Orzán, de la Torre de Hércules, del viento Nordés; lo aprendido con Brocos y Román Navarro; un buen repertorio de temas que luego ampliará y desarrollará y la particular idiosincrasia de un pueblo que lo relativiza todo. Aquí, pues, formó su carácter y se hizo libre, al punto que ya no pudo soportar las enseñanzas académicas que recibiría luego en Barcelona y Madrid.
La muestra nos permite hacer un viaje amplio por todo esto y descubrir incluso aspectos inéditos para nosotros, como los dos cuadernos coruñeses (que son los dos primeros de los  175 que realizaría) donde queda clara su pasión por el dibujo y su virtuosismo; de esto se hace eco Rafael Inglada, en el texto que le dedica en el catálogo: “ Son –afirma–  destinados a tomar apuntes del natural, ajenos a las clases de la Escuela. Álbumes de libertad… Tienen el pulso de lo inmediato… Contienen muchas claves… Son… auténticas pequeñas joyas que nos sorprenden y a la vez nos aproximan a un Picasso más colindante, más de a pie en las calles coruñesas…”. Descubrimos ese palpitar, ese latido de la ciudad y una nueva imagen que –señala Eduard Vallés- “ no es la de la lluvia ni la de la muerte  sino la del trabajo continuado” .
Es decir, añadimos nosotros, la del formidable observador de la vida que fue Picasso.

El primer Picasso

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