DERBY

Necesitamos en ocasiones de espacios a través de los que mirar sin ser vistos, o de los que creemos que no nos ven. Lugares que tal vez fueron más de lo que son pero que, sin embargo, permanecen, ligados invariablemente a los estados de la vida, a la niñez, la juventud o la madurez.

Cristaleras de otro tiempo, algunos perviven pese a la intemperie que nos azota y son reflejo de lo cotidiano, diarios íntimos de la jornada y lugares de encuentro que retraen la memoria a cada uno de esos ámbitos. El título es “Derby”, pero podría ser el de “Nueva York”, “Dover”, “Avenida” o el del antiguo “Suizo”. Para el recuerdo quedan otros como “Negresco” y no faltará quien en su contenedor personal encuentre muchos otros. Nombres sugerentes que no son solo los espacios que habitan sino los que invitaban, o siguen invitando, a ocupar; lejanos recuerdos para sus propietarios de lugares que algo representaron en su vida, o que simplemente quisieron alcanzar. Cafés por los que no parece pasar el tiempo, en los que el mármol de las mesas se calienta con el contacto de la piel. Donde todavía se huelen los aromas mientras se mira a través de las cristaleras con la sensación de que nadie nos ve y en los que de forma regular, casi indispensable, se sabe quién entra en cada momento del día, como si del hogar se tratase. Lugares que suplen incluso a este último cuando falta o no se quiere estar en él. Son espacios repletos, aun a pesar del vacío que a veces los ocupa. Cuando alguno desaparece, algo, invariablemente, se pierde.

DERBY

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