Los barrios emergentes piden que no se abandonen sus infraestructuras

Los barrios emergentes piden que no se abandonen  sus infraestructuras
La pista de tierra carece de iluminación y presenta un estado descuidado patricia g. fraga

Son barrios emergentes que cuentan su edad con los dedos de las manos pero que, sin embargo, muestran al ojo ajeno un prematuro abandono de algunas infraestructuras que se quedaron en meras intenciones. Un paseo por Novo Mesoiro es suficiente para ver cómo la pista de tierra que rodea al parque y conecta con Pocomaco peca de iluminación y no es apta en los días de lluvia. 
Cuenta el presidente de la asociación vecinal, Xosé Aller, que la zona está sin arreglar y los aficionados al running escogen el polígono como lugar para entrenarse en vez de correr por los intestinos del barrio. Además, en la parte superior, que colinda con Ribeira Sacra, un espacio destinado a las horas libres de los residentes, “donde se tiña pensado poñer mesas para comer e facer churrascadas”, está abandonado a su suerte. Asegura el portavoz que lo desbrozan cada tres o cuatro años, un perímetro casi a monte que se suma a la parte sin adecentar del corredor que une Ribeira Sacra y Fragas do Eume: “Foi unha cesión dos veciños ao Concello a cambio de que cortaran as leiras”. 
De momento, no hay nada presupuestado, señala, y todo está en el aire a falta de que se aprueben definitivamente las partidas de 2016. Cerca de esta atalaya, Someso mira hacia atrás para recordar lo que iba a ser y coger apuntes de lo que es, un barrio a medio hacer por culpa de la crisis y la especulación. 
Allí, los propietarios de casas con vistas a Espacio Coruña conviven entre dos solares vallados de edificios que se quedaron sin levantar. Cuentan los afectados que si bien, los dueños refuerzan las vallas cada cierto tiempo, la basura se acumula en las esquinas y alrededor de las fincas, existen pequeños puntos negros de escombros y residuos que nadie limpia: “Iban a ir tres torres, después dos y al final ninguna”, explica una vecina, que ve cómo las malas hierbas salen entre el metal y le dan a una zona, en la que no lleva durmiendo ni seis años, una imagen descuidada. 
Por otro lado, las comunicaciones con el resto de la ciudad se vuelven cuesta arriba cuando para ir a Matogrande, “uno tiene que ir por el arcén, con el peligro que eso conlleva”. La residente asegura que en Someso no hay sentimiento de barrio porque las construcciones están muy separadas y la empatía se practica más entre comunidades.  
En Vioño, otro de los barrios adolescentes de A Coruña, la situación es mejor porque lo verde todavía predomina entre bloque y bloque. Las deficiencias vienen, según el presidente de la asociación de vecinos en Acción, José Luis Ramos, por la inseguridad, que procede de un inmueble a medio construir, “donde se reúnen personas”. El responsable del colectivo señala que incluso llegaron a entrar a los pisos contiguos desde allí y exige al propietario, ya sea una constructora o entidad bancaria, que “lo cierre, lo tapie y le ponga protección”. Por lo demás, solo esperan que haya más vida en un distrito, donde Aida López, de Os Mallos, Sagrada Familia y Estación, indica que solo hay un par de restaurantes y una caja. 
Seguridad también la piden desde Someso, “queremos una mayor presencia policial” porque los hurtos en coches se acumulan. Por su parte, en Novo Mesoiro, Xosé Aller opina que contar con una única línea de autobús urbano es insuficiente para dar cobertura a una población de cerca de 8.000 coruñeses. 
También reclaman un parque para niños de ocho años en adelante y que estos se vallen porque están muy próximos a la carretera. La protección es una petición de hace años igual que la de limitar un área canina en toda la explanada de Vioño: “Ya con el último gobierno socialista se pensó en hacerla”. 
Según la presidenta Aida López, hay muchos perros por el medio y la idea de acotar un terreno para que canes se muevan en libertad sería positivo para unos y otros. n 

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