La nueva sede de Padre Rubinos está al límite de su capacidad de atención social cuando se cumple un año del traslado de los servicios a las instalaciones construidas en Los Rosales por la Fundación Amancio Ortega. La que el presidente del instituto benéfico-social, Eduardo Aceña, bautizó en su día como “la obra social de más importancia dada en la historia de la ciudad” soporta listas de espera en varios de sus servicios, mientras que las atenciones en el albergue se han multiplicado progresivamente hasta alcanzar un 12% más que en el antiguo inmueble. El caso de la residencia de la tercera edad es todavía más destacable, puesto que la solicitud de habitación creció en un 383% desde 2014.
Aunque las cuestiones diarias que trata la institución benéfica no son de carácter baladí, Padre Rubinos está todo este mes de celebración. El inicio de las clases en la escuela infantil marcaron el primer año desde que las distintas vertientes de atención ciudadana comenzaron a tomar forma en la infraestructura diseñada por la arquitecta Elsa Urquijo a demanda de la Fundación Amancio Ortega. En octubre se cerrará el aniversario coincidiendo con el último traslado de servicios, en este caso el de cuidado a los indigentes.
En este tiempo, si algo habla por sí solo del éxito y la satisfacción de la sede son las cifras. Según el presidente del patronato, Eduardo Aceña, en la centro para mayores residen 146 personas y existe una cola para entrar a vivir allí de 345. Este ascenso repentino de la demanda contrasta con los datos más discretos que se manejaban en la instalación de Labañou, donde como mucho había “entre 80 y 90” pretendientes de una cama.
El salto cualitativo y cuantitativo de unas habitaciones a otras se tradujo en un ascenso del interés por mudarse del 383%. “Hemos tenido un total de 525 solicitudes, de las cuáles 345 son con la pretensión de residir aquí: de ellas 191 pertenecen a dependientes o semidependientes, 40 a atención continuada y 114 a personas válidas”, destaca Aceña.
Es más, según añade, algunas de las peticiones ya se han hecho con la vista puesta en el futuro de aquí a “tres o cuatro años”, aunque una mayoría serían de entrada inminente y, entre otros motivos, se pide el cambio de residencia por los precios más competitivos de la que es propiedad de la institución benéfica.
Después de casi 365 días disfrutando de la que es ya su casa, los 146 residentes actuales –cuarenta ocupan plazas concertadas con la Xunta–se muestran muy satisfechos con todas las comodidades y las atenciones sanitarias y sociales que reciben.
También los usuarios del centro de día lo sienten así pues, además de las 40 plazas ocupadas, existen otras 20 personas que confían en entrar pronto. Si bien es cierto que las estadísticas de la residencia son las que más sorprenden por su línea ascendente, también el refugio atiende a más coruñeses en situaciones de pobreza.
“Estamos ofreciendo 450 servicios diarios de alimentación, dormitorio, ropa y ducha de forma gratuita”, comenta el representante de Padre Rubinos, que enumera otras cifras.
Atendiendo a las mismas, el usufructo de estos apartados se disparó un 12% en paralelo a la ampliación de metros cuadrados, pero también de la afección de la crisis económica en las economías familiares. De hecho, el “perfil ha cambiado” y se recibe “a parejas o matrimonios que pertenecían a la clase media”. En las cenas hay una mayor concurrencia porque la Cocina Económica no está disponible y se atiende incluso domingos y festivos porque “los estómagos no tienen vacaciones”.
Con el complejo a pleno rendimiento el coste anual ronda “los cuatro millones de euros” que se sufragan con las cuotas de la residencia y la escuela infantil, los convenios con instituciones, las tasas de socios, que han crecido “un poco”, y las aportaciones privadas puntuales.