Reportaje | El asedio de la ciudad de A Coruña por el ejército francés de Bourke

Reportaje | El asedio de la ciudad de 
A Coruña por el ejército francés de Bourke
Actos con motivo de las exequias fúnebres de Juan Díaz Porlier en la plaza de Capitanía | aec

El episodio del asedio a la ciudad de A Coruña por parte del ejército francés se relatará a lo largo de cuatro capítulos debido a su extensión. Entre ellos, se incorpora por vez primera la lista de los ahogados en la bahía de los prisioneros del Castillo de San Antón y que costó la vida a 51 de aquellos reos.
El asedio del ejército francés a A Coruña se inició con el apoyo de las fuerzas realistas españolas. Dio comienzo el 15 de julio de 1823 sobre las siete la tarde y finalizó al día siguiente bajo las órdenes del general Bourke. Este mandaba una fuerza de 7.500 hombres provistos de abundante artillería, la cual le había llegado desde Betanzos y Ferrol para que lograse la totalidad del cerco a la ciudad coruñesa el día 16.
Nada más había terminado de consolidarse, el general francés envió a un emisario suyo a parlamentar la rendición de la plaza. Esta responsabilidad recayó en un oficial de su estado mayor, D’Estebenrth, pero este no pudo llevar a efecto su propósito porque los defensores se lo impiden al no permitir que aquel francés se acercase a la muralla: le intimidaron con disparos de fusil para que no siguiese caminando hacia las posiciones de la defensa de la ciudad amurallada.

A Coruña resistió las acometidas francesas desde el 15 de julio, pero el día 31 de dicho mes dio inicio una nueva ofensiva que finalizó el 13 de agosto, firmando la capitulación de la plaza el 17 del mismo mes, por los generales Novella y Bourke. Durante aquel asedio, el cual se vivió también de un modo desigual en el resto de España, Inglaterra colaboró con los asediados coruñeses y gallegos por medio del general Wilson, hasta el punto de aportar armas, municiones y dinero en efectivo para la campaña.
En A Coruña se libró una de las batallas más intensas que hubo en toda esta campaña, seguida de un largo cerco por parte del ejército denominado “Los Cien Mil Hijos de San Luis”. Los franceses pretendían hacerse dueños de la ciudad a toda costa. En esta tesitura se encontraron con muchas bajas, al tratar de apoderarse de las colinas de Santa Lucía y de Santa Margarita, desde donde se dominaba la Pescadería. Esta fue la más sería resistencia que hallarían los franceses, amigos de los absolutistas, en todo su periplo de invasión por España y en particular en Galicia.

Ocupación de zonas altas
En un informe que Bourke le envió a Morillo, este último en Santiago a la espera de poder trasladarse a A Coruña para tomar parte en aquel cerco, le dio noticia de la batalla habida en los alrededores de la ciudad, señalando que sus fuerzas habían ocupado los altos de Santa Lucía y de Santa Margarita con sus cañones y municiones, teniendo desde aquel punto dominada la ciudad con su artillería.
Según Juana de Vega, testigo de excepción en este cerco: “A la una de la tarde del 15 de julio se oyó el primer fuego enemigo cerca de la plaza y una hora después se vio pasar en una camilla herido al general Robert Wilson y después a uno de sus ayudantes”.
Juana de Vega en este apartado se refiere a su ayudante de campo, Ligth, aunque ambos, fueron heridos levemente. Aquel sitio fue un infierno para los coruñeses, pero no lo fue menos para sus sitiadores. La artillería funcionó de manera intensa día y noche, arrojando los franceses granadas incendiarias a la plaza para menguar los ánimos de los defensores y obligarles a una pronta rendición. Aquellas granadas causaron mucho daño en las propiedades de las gentes, ardiendo incluso la fábrica de cordel de Marzal, que se situaba en el Orzán. Desde el inicio de las operaciones hasta finales de julio, los franceses habían perdido dos batallones del Séptimo Regimiento. Eran las mayores bajas de toda la contienda hasta el momento, en un cerco sobre una ciudad que se resistía a ser entregada a su enemigo.
Ese día del 15 de julio, a los presos de la cárcel Real que estaban recluidos por facciosos, les llegó una buena noticia de parte del fiscal militar de la plaza, Juan Antonio Berdía, quien, por oficio, comunicó el indulto concedido por el general en Jefe del 4° Ejército. Mediante este debían ser puestos de inmediato en libertad las personas expresadas en la relación que se adjuntaba, los cuales deberían ser desembarcados en el puerto de Santa Cruz (Tenerife) o en otro punto, donde las actuales circunstancias lo permitiesen. Para ello, debían ponerse a servicio de dicho fiscal en el muelle de la Aduana, dos lanchones y un bote, con el encargo de ejecutar el servicio en la mayor brevedad. Así se le comunicaba al presidente del Ayuntamiento Constitucional de A Coruña. Los reos tendrían mejor fortuna que los alojados en el Penal de San Antón, que acabó en tragedia unos días más tarde.

La relación de aquellos indultados se componía de 129 individuos, que se repartían en 55 de Asturias, doce de Santander, once de León, tres de Álava, cinco de Vizcaya, 32 de Galicia, dos de Madrid, dos de Guipúzcoa y uno de Segovia, Sigüenza, Tolosa, Toledo, El Bierzo, Guadalajara y Navarra, respectivamente.
El día 16, los franceses atacaron con ocho piezas de artillería a la ciudad desde las 14.00 horas. A media tarde cesó el fuego, pero el general Quiroga era muy pesimista sobre el futuro de la plaza. Al día siguiente logró salir de la ciudad el general inglés Wilson, evadiendo por mar el cerco francés camino de Vigo.

Bando en los pozos
Por medio de un bando se movilizó a la población en edad de sostener las armas y se pidió a los artilleros que acudiesen a la defensa de la plaza, franqueando los pozos de la ciudad, solo para beber, debiendo figurar el siguiente cartel: “ Pozo franco para beber y no para lavar”.
La guarnición de A Coruña en esos momentos era de 3.500 a 4.000 efectivos militares, que eran parte de las tropas que habían venido de Vizcaya y de Asturias. En ellas se incluían las fuerzas milicianas de Quiroga y de Méndez Vigo, quienes eran partidarios de defender la ciudad hasta el último instante, aunque la mayoría de la población estaba en contra de esta actitud, por el temor de que una vez rendida por la fuerza aquella plaza los franceses pudiesen tomar graves represalias contra la población civil.
Para el día 18, la resistencia seguía como el primer día y no causaba variación entre los cercados y los que se movían en el sitio alrededor de A Coruña ya que este estaba concluido, tanto por tierra como por mar, aunque los jefes militares y políticos de la ciudad tenían esperanza de que les llegasen refuerzos para poder expulsar a los franceses. Los días 19, 20 y 21 prosiguieron con las escaramuzas propias de un sitio, aunque a los sitiados se les causaba más daño.

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