Con la inspiración puesta de sombrero

Con la inspiración puesta de sombrero
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David Otero compara su vida con un carrusel que va girando. En su viaje, el pequeño cruza Tetuán y se planta en Tuy. Hace las maletas y vuelve a montarse. Se para en Lugo, León, Zamora, Pontevedra y Madrid y se apea durante años en Valladolid para coger un nuevo ticket que le lleva a Gijón. Y de allí a Galicia. Siempre con billetes de ida, el escritor y empresario se establece definitivamente en Sada. Aquejado de Alzheimer, decide coger el bolígrafo desde su campamento base para sacarle punta a su ingenio hasta que la enfermedad se lo permita.
De momento, tiene acabadas una novela, “La pulsera encantada” y dos libros de relatos y de poemas y mientras presenta “Strakas. Historia de una infamia”, en Hércules de Ediciones, sigue dándole vueltas a otros tres, “Benquerencias”, “No me pises lo fregado”, sobre los preferentistas y sus consecuencias, y “Dando cera”, en el que los protagonistas son los más dañados por la crisis.
En “Strakas”, hace desfilar a un personaje que aún siendo poco amable pasa a ser cercano. Sin apuntes ni noticias del telediario que le sirvan de arranque, el que llegó al número 1 de los 40 Principales con el hit “Adonis”, le da forma a la historia con la inspiración de sombrero, “que es la única forma de hacer las cosas”. David Otero cuenta que cuando le diagnosticaron el mal, pensó en la escritura. Porque siempre había estado ahí. Junto al bajo, que abandonó tras la mili, pero que le dio una de las etapas de su vida más felices. En las filas del grupo pontevedrés Queimada. Después, llegarían los años en Caja Rural, en una tienda de ropa de caballero y al frente de los establecimientos de hostelería que tiene en Ferrol y Carral, junto a una floristería en Vigo. Incansable, Otero recuerda su papel de diez minutos junto a Rocío Durcal. Pone sobre la mesa a un Julio Iglesias cuando lo llamó para ser su músico y a Juan Pardo, que le produjo hasta tres discos. “Hasta que el olvido me alcance”, David seguirá regalando capítulos de vida. Con un boli en la mano y miles de recuerdos en la chistera. Aún por desvelar.

Con la inspiración puesta de sombrero

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