La clerecía gallega jugó un papel de suma importancia en la lucha contra los invasores franceses a principios del siglo XIX. En este capítulo se hacen referencia a los numerosos clérigos que lucharon, o participaron de algún modo en las contiendas, a lo largo y ancho de Galicia, además de los que tuvieron otros cometidos en este tiempo.
Bernardo de Quiroga y Uría
Era un clérigo, nombrado por el pueblo comandante de la milicia de Valdeorras. Formó una partida guerrillera que, no sólo defendió la villa, sino que hostigó al enemigo en los lugares donde acudió su gente. Su hermano Juan, comandante de Quiroga, se unió a la lucha en la causa por la Independencia. Estas fuerzas milicianas, bajo el mando de ambos hermanos, conseguiría detener la marcha de las tropas de Soult, durante cinco horas, en Montefurado, a las cuales les ocasionó numerosas bajas. Proseguirían atacando su retaguardia hasta las cercanías de la Puebla de Sanabria, el 10 de junio de 1809.
Fray Luis Iglesias González
Natural de una pequeña localidad de Rianxo, vistió el hábito de franciscano en 1782 en Santiago, después fue enviado al colegio de Alba de Tormes. A su regreso a Galicia, ocupó el puesto de lector de Artes en Noia, y el de maestro de estudiantes en Santiago. Más tarde, haría Teología en Salamanca.
La invasión francesa le sorprendió en Santiago, de cuya Universidad era profesor. Al igual que todo el claustro, se vio obligado a prestar juramento de fidelidad a José Bonaparte. Esta situación, unido a su nombramiento como sustituto de la cátedra vacante de Teología, y a una orden del general francés Marchand, hace que sea acusado de afrancesado.
Meses más tarde, cuando él ejercito invasor abandonó Galicia, fue sustituido en el cargo y privado de sus derechos, aunque no tardó en ser rehabilitado. Tenía fama de buen orador y estupendo predicador, pero no estaba bien visto por los liberales, al no acatar la Constitución. En 1822 fue denunciado a la Junta Constitucional de A Coruña y tuvo que esconderse para no ser apresado.
Fray Pedro Lapido
Este religioso de Cruces, en Padrón, fue cura de Morquintián y fue elegido general de la Junta de Corcubión, donde nadie prometió fidelidad a José Bonaparte.
En la declaración de guerra contra los franceses, se armaron cuatro lanchas cañoneras y se dio el mando a Manuel Barruti, ayudante de marina. Lapido, se incorporó más tarde a la División do Miño y participó en la batalla de Ponte Sampaio. Acabó siendo canónigo de la catedral de Santiago y también provisor.
La mayoría de los religiosos gallegos se levantaron en armas contra los franceses o ayudaron en la lucha para lograr expulsarlos de tierras gallegas y peninsulares
Apolinar López
Fue presbítero del coto de Amil y bajo sus órdenes formó una partida de milicianos que atacarían sin compasión a las tropas francesas, dando muerte de modo vengativo a estos. Se vieron envueltos en encuentros con los invasores, a los cuales lograron despojar de sus armas y vestimenta, tras lo que conseguirían arrojar, a muchos de ellos, a las frías aguas del Lérez.
Pedro López y Agustín Marentes
Pedro López Ribera era el abad de Piñera y formó una partida de paisanos para combatir a los franceses durante la guerra de la Indepencia en Galicia. Por otro lado, Agustín Marentes era presbítero y luchó también contra los franceses en 1809.
Fray Antonio Juan Martí
Antonio Juan Martí, natural de Vigo, lucharía contra los franceses en 1809 y logró burlar al enemigo pasando de Noia a Muros, de ahí al Freijo, y desde ese lugar dirigiría un destacamento que llevaría al Puente de don Alonso, para cortar los suministros de víveres que abastecían a los franceses, ocupantes de la ciudad de Santiago. Con frecuencia batía la retaguardia enemiga causándoles graves pérdidas.
Manuel Martínez Antas
Este cura, párroco de Tourón, participaría en la contienda de Galicia en el año 1809 con su partida en la defensa de Pontecaldelas, en cuya gesta lograría, junto con otros líderes, poner en fuga a un enemigo muy superior en número. Además, lograron hacer 16 prisioneros, entre los que había un comandante y un capitán francés.
Fray Tomás Martínez
Era un franciscano del convento de Santa Marta de Vigo y era el gaurdián del mismo. Abrazó el hábito franciscano en 1776 y, durante la invasión francesa en Galicia en 1809, influyó de forma decisiva en el espíritu combativo de varios de sus frailes, entre los que estaban Andrés Villageliú, Juan Reguera, Antonio Martí y Ambrosio Domínguez. Bajo su mandato empuñarían las armas y harían público su patriotismo para levantar al pueblo contra el invasor francés, ya que fray Tomás no podía hacerlo por hallarse enfermo. Más tarde, Martínez moriría en el propio convento de Santa Marta.
Fray Manuel Martínez Ferro
Era natural de Caldas de Reis y fue un destacado orador, además de uno de los mercedarios gallegos más influyentes en la vida social y política de aquel tiempo.
Cuando las tropas francesas invadieron España, el religioso se encontraba en Madrid y de inmediato tomó partido contra los afrancesados. Después de la batalla de Ponte Sampaio, se refugiaría en Galicia. Desde Caldas y Santiago prosiguió su peculiar lucha contra los invasores, mediante publicaciones en los periódicos, opúsculos y demás medios, para llamar la atención del pueblo y que se sumara a la lucha contra las fuerzas de Napoleón.
Su trabajo se vio recompensado tras el regreso a España de Fernando VII, quien le otorgaría varios cargos, entre ellos, el de predicador de su majestad y consultor de la Nunciatura. Fue perseguido por los constitucionales y desterrado a Segovia. En 1825 el rey le propondría para obispo de Málaga.
José y Manuel Martínez
José Martínez Fernández era el abad de Caldelas, quien se puso al frente de una partida de feligreses para luchar contra los franceses, desde enero a junio de 1809.
Manuel Martínez Rao era el abad de Araujo y formó una partida de milicianos para luchar contra el invasor francés durante el transcurso de la guerra, en el mismo años 1809.
Jacobo Míguez
Era el cura de Tomondo, una parroquia de unos 40 vecinos que, en la guerra, al frente de una partida de milicianos, tomaría la casa rectoral de San Jorge de Sacos, en la cual se alojaban franceses.
Allí cogería prisioneros a la avanzadilla francesa, compuesta por 20 dragones y los oficiales al mando. Luego tomaron el monasterio de Tenorio, después de un arduo combate, donde tomaron otros 24 dragones.