Joaquim ‘Purito’ Rodríguez es el rey de las rampas imposibles, como volvió a demostrar en duelo directo con Alberto Contador al imponerse en solitario en la duodécima etapa, entre Vilagarcía de Arousa y el Mirador de Ézaro, en Dumbría, de 190 kilómetros, en la que volvió a dar brillo al maillot rojo de líder.
Un muro cerca de meta lleva el nombre de Purito, no hay duda. Es el mejor en finales explosivos, por eso tuvo el honor de estrenar la cima inédita del Mirador de Ézaro ante Contador, a quien aventajó en 7 segundos.
Conquistador del Fuerte del Rapitán, en Jaca, el catalán volvió a ser el mejor del cuarteto de favoritos. Soltó al madrileño a 300 metros de la pancarta, y antes a Valverde, que cedió 12 segundos, y a Chris Froome, de nuevo en apuros, a 22. Entre medias se coló el holandés Robert Gesink. Así compensó Purito levemente las pérdidas de la contrarreloj.
Un golpe de autoridad que aleja un paso al “diablo” de la oreja del líder, aunque la general sigue comprimida en un pañuelo, pendiente de la montañas de León y Asturias, donde las diferencias van a ser mayores. De momento nadie eliminado. Purito aleja a Contador a 13 segundos, Froome está a 51 y Valverde a 1:20. Alguno flojea, pero K.O, ninguno. Sigue el duelo a cuatro.
Se dice en el mundillo del ciclismo que cuando una etapa termina en un santuario, mirador o castillo, “es que tiene trampa”.
Y hoy era un día de esos. Tras el regalo del recorrido por la costa gallega, el pelotón llego a uno de esos lugares que van a pasar a la colección de joyas de la Vuelta: el Mirador de Ézaro, una subida de apenas 2 kilómetros de auténtico martirio, con un desnivel de 250 metros, con rampas permanentes del 14 por ciento y algunas paredes del 30.
Lugar de exceso. Por lo espectacular de su paisaje y por su dureza. A pie de monte, la escena se despejó para que entraran en acción los actores principales. Para ello tuvo que darse el Katusha de Purito “una buena currada”, y recibir una mano del Sky y del Movistar, si no, la fuga del día hubiera llegado a un final feliz para alguno de sus cuatro componentes.
Siempre de pie sobre la bicicleta - subir sentado es muy complicado- la etapa la discutieron Purito y Contador. Llegar con el líder a los últimos metros de cemento con la pared más empinada aún sería un suicidio por adelantado, por lo que el “pistolero” de Pinto desenfundó primero.
Tranquilo el ultraligero de Parets del Vallés, aguantó y se puso a levitar a 200 metros de meta, en su momento, ni más ni menos, en ese punto que nadie le puede seguir si no es a riesgo de reventar. Otra meta inédita estrenada por el líder de la Vuelta, en su mejor momento de forma.
“Ha sido una subida extremadamente dura”, resumía. De haber tenido tiempo para pensar y mirar, se hubiera deleitado viendo la única cascada de Europa que desemboca en el mar, escoltada por el Monte Pindo, enfrente de Finisterre. Pero Purito no está en la Vuelta para ver paisajes, sino para ponerse el maillot rojo en Madrid. Desde las alturas del Mirador de Ézaro, el horizonte le ofrece esa posibilidad. n