Madrid no tiene playa, pero esta noche ha sido como si la tuviera, gracias al concierto buenrollista que los psicodélicos australianos Tame Impala han ofrecido en la sala La Riviera, llena a reventar para comprobar cómo suena en directo una de las recientes revelaciones musicales a nivel mundial.
Más de 2.000 personas, entre ellas roqueros de espíritu y también algunos de postín, de los que saben por dónde respira el moderneo, han agotado las entradas para asistir al show de esta banda que ha conseguido girar por todo el mundo en apenas cinco años y con solo dos discos bajo el brazo, "Innerspeaker" (2010) y "Lonerism" (2012), considerado uno de los mejores del pasado año.
Con ellos, la banda emprendió un ascenso tan veloz como el antílope africano al que homenajean en su nombre y se convirtieron en el primer grupo que encadenaba y conseguía con cada uno de sus trabajos uno de los máximos galardones musicales de Australia, un éxito que ha salpicado al resto del mundo.
No es de extrañar así que hayan logrado codearse con The Black Keys y MGMT, entre otros, y que a sus conciertos asista gente como Noel Gallagher y Tom Meighan, de Kasabian.
Psicodelia, sonido sucio pretendidamente garajero y potentes melodías poperas que remiten a latitudes estivales y marinas les han llevado hasta donde están, con el músico Kevin Parker a la cabeza como relajado director de orquesta, con ese aire de surfista hippy australiano, melenudo y descalzo sobre el escenario.
De su mano, el concierto ha ido de más a mucho más. La pista, un hervidero humano, era donde había que estar esta noche para contagiarse con las ondas de esa música que nace con un chapoteo electrónico y galáctico y se expande en ondas de intensidad creciente, contagiando incluso al más estático de los presentes.
Los gritos de impaciencia ante el pequeño retraso de 15 minutos en el inicio del espectáculo se han convertido en gritos de júbilo cuando ha empezado a sonar "Why won't you make up your mind". A partir de ahí, cabeceo simultáneo de dos millares de almas y gente bailando en los escasos espacios libres de la sala.
"¡Qué buen rollo!", destacaba entonces Parker, en reconocimiento a la entrega de los asistentes, a los que ha regalado más piropos a lo largo de hora y media, sobre todo a medida que crecía más y más el entusiasmo del respetable y se llevaba por delante al propio cantante, que ha acabado literalmente tumbado sobre el escenario.
"Solitude of bliss" y "Be above it" son algunas de las canciones que han sonado en Madrid, pero cabe destacar por encima de todas la retahíla guitarrera de "Half full glass of wine", tema extraído de aquel EP homónimo previo al fenómeno, y los ecos blues-rock de The Doors en "Elephant".
"Nothing that has happened so far has been anything we could control" ha puesto el sello a la noche, no sin que antes sonara la emblemática y veraniega "Feels like we only go backwards", la más coreada, con un estribillo ("siento que solo voy hacia atrás") que no se aplica a estos fenómenos de las antídodas, encaramados a la cresta de la ola.