La creación del Consulado de Mar y Tierra de La Coruña en la calle Panaderas

La creación del Consulado de Mar y Tierra de La Coruña en la calle Panaderas
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El puerto de La Coruña había iniciado en 1775 el comercio con América bajo el apoyo del Concejo de solicitar la apertura de la línea denominada del Mar del Sur, como explotación de monopolio en exclusiva, al ser la ruta marítima que más beneficios podía reportar, apoyando esta iniciativa la Junta del Reino de Galicia, dirigida al rey Carlos III, aunque en el seno del Gobierno se imponía una política comercial que no fuese de aquel tipo de explotación, que decretó en 1778 la Ley de libre comercio, y amplió a los puertos en los que podían comerciar con América. De este modo nace el Tribunal de Comercio como órgano colegiado en 1785.

Mediante un Real Privilegio que se extiende el 29 de noviembre de 1785 en San Lorenzo del Escorial, se establece en La Coruña su Real Consulado de Mar y Tierra para comerciar con la Indias Occidentales e Islas Filipinas. Su ubicación se lleva a efecto en la calle Panaderas, cuyo edificio se sigue llamando con el mismo nombre de Casa del Consulado. Su redacción indica según lo ordenado por Su Majestad el Rey:

“Al mismo tiempo que concedí a mis Amados vasallos, la libertad de comerciar en todas mis Indias Occidentales e Islas Filipinas, dispuse también en el Artículo 53, del Reglamento expedido a este fin el 12 de Octubre de 1778, que en los Puertos habilitados de España y sus Islas de Mallorca y Canarias donde no hubiera consulados de Comercio, se rigiesen con arreglo a las Leyes de Castilla e Indias, para que protegidos eficazmente de mi Real Autoridad y auxiliados de las Sociedades económicas y demás cuerpos de las respectivas provincias, se dedicasen a fomentar la Agricultura y fábricas de ellas y a extender por cuantos medios fueran posibles la navegación a todos mis Dominios de Ambas Indias. Cometí privativamente el establecimiento formal de estos Cuerpos Nacionales a mis Secretarios de Estado, quienes en cumplimiento de mi particular encargo han reconocido los expedientes formados por cada uno de dichos puertos y con presencia del que actuó la Ciudad de La Coruña y de lo que ha informado en virtud de mi Real orden de 21 de Noviembre de dicho año de 1778, después de un prolijo y maduro examen, me han propuesto de acuerdo los referidos Ministros y yo he determinado establecer en la misma Ciudad y su Puerto un consulado de mar y tierra extensivo al de Vigo y a todos los puertos y pueblos del Arzobispado de Santiago bajo las reglas expresadas en los Artículos siguientes:

Artículo 1° El consulado de La Coruña se ha de componer de Hacendados que posean ocho mil pesos sencillos o más, en fincas y heredades fructíferas.

De Comerciantes por mayor y mercaderes que tengan igual suma empleada en su giro. 

De Dueños del todo o parte, de fábricas considerables y de propietarios de embarcaciones capaces de Navegar en los Mares de Europa y América cuyos caudales en ambas clases sean a lo menos de seis mil pesos. Además han de ser todos mayores de edad o habilitados para administrar sus bienes naturales de mis Dominios o naturalizados para estos y los de Indias con las correspondientes Cédulas de buena fama, costumbres y crédito o avecindados en dicha ciudad y en cualquiera de los pueblos de la extensión del consulado.

Artículo 2° Habrá un Procurador, dos cónsules, ocho consiliarios. Conviene saber, dos de la clase de Hacendados, dos de la de Comerciantes, dos de la de Mercaderes, uno de la de Fabricantes y otro de la de Navieros, un Secretario escribano, un Contador, un Tesorero, un Juez de Alzado, un Asesor, dos Porteros y un Guarda-Almacén, todos naturales de estos Reinos y residencia en La Coruña durante el tiempo de sus oficios.

Esta Real Cédula se compone de 23 páginas con 56 importantes Artículos dignos de ser leídos y estudiados, ya que los dos que se transcriben son solo un ejemplo de lo interesante que nos muestra su contenido en relación con la creación del Real Consulado de la ciudad de La Coruña. Y en fecha 28 de diciembre de ese año se nombra al primer cónsul de Mar y Tierra de La Coruña.

Su vida fue corta e interesante en el aspecto comercial y económico para el puerto y ciudad de La Coruña. En 1796, con motivo de la guerra contra Inglaterra, da lugar a que el comercio con América se haga con buques de pabellón neutral y esto sume al comercio coruñés en un colapso al que se unió la decisión del año 1802 de suprimir los Correos Marítimos con este puerto y su incorporación a la Armada en el Apostadero de Ferrol, lo que supuso el final del tráfico marítimo con los puertos americanos. A través de esta Institución se lleva a cabo la reconstrucción de la Torre de Hércules, trabajo efectuado por el Ingeniero de Marina Eustaquio Giannini, enviado por la Armada a este fin, trabajos que duraron de julio del año 1788 a diciembre de 1790 y que corrieron a cargo del Real Consulado, la obra de la reconstrucción de dicho faro, que ascendió a 538.053 reales de vellón, y entre los materiales empleados estaban 7.185 piedras labradas de clase, ordinaria y en tosco. 

También se aprovecharon de la torre vieja 428 piedras que se relabraron de nuevo y se colocaron en la nueva torre. 5.417 fanegas de cal, 797 carros de arena de mina, una numerosa partida de maderas diversas y otros materiales, así como sueldos y jornales de los obreros, siendo esta última y el acopio de piedra llevado a efecto por José de Elejalde los gastos más elevados.

La creación del Consulado de Mar y Tierra de La Coruña en la calle Panaderas

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