Francisco Caamaño Fran Caamaño para quien le quiera votar es hombre de potaje y no de fiambre de pavo. En su niñez, en su Cee natal, aprendió que gallina vieja hace buen caldo, y el tupperware lo perdió cuando se doctoró en Derecho.
Ayer, en los fogones del Circo de Artesanos, demostró que para ministro no vale cualquiera. Y escogió a Paco Vázquez como cocinero, sabiendo que ni es gallina sigue siendo el gallo, a tenor de la expectación que arrastra ni viejo, o al menos no lo parece.
El regreso > El camino de vuelta al puño y la rosa pasó, en el caso de Vázquez, por Roma. Desde que cambió María Pita por el Palazzo di Spagna, no se le había vuelto a ver envuelto en sus siglas. No en su ciudad. Pero anoche Caamaño prefirió ceder su cuota de protagonismo y dejar claro cual es su referencia.
Vázquez se arrancó con la anécdota de Moncho Rodríguez Ares y la llamada de Obama, tuvo un guiño para la sociedad anfitriona antes para ser alcalde había que se presidente de Artesanos, y se zambulló en el mitin. Calificó la Ley de Dependencia como el alfa y el omega.
Y de repente, con el patio de butacas ya entregado, llegó la presentación estelar: Hoy necesitamos patriotas y hombres de Estado. Antes de cederle la palabra al candidato, un recado: Después de una serie de años mi partido me llama, y yo siempre estoy cuando mi partido me llama.
La fiera ya se había encargado de marcar su terreno. Un guiño a Inés Rey (número tres al Congreso) y una mención a Cortizo.
Él es el ejemplo > Francisco Caamaño escogió el gallego para hablar. Dedicó buena parte de su discurso a diseccionar la crisis y del gusto da dereita polo corte e confección, polos xastres. Dosis prudente de críticas al PP por privatizar a enerxía e a banca, y deberes para sus compañeros de papeleta: Temos que ir a Madrid os días que haxa que ir, en non dous á semana.
Favor por favor. Lo que hay que hacer es, según el ministro, o que fixo Paco nesta cidade. Turno de nuevo para Vázquez, que destapa la olla y caldea el ambiente: No hay que ser un lince para saber que hay algunos que se están poniendo las botas. Ovación cerrada. Punto y final. Ni palabra del número uno al Senado.