Unos Reyes Magos que aumentan un 22% su ayuda

Unos Reyes Magos que aumentan un 22% su ayuda
Una voluntaria ayuda a una usuaria a escoger los presentes que recibirán sus hijos el día de Reyes

Jueves. Nueve de la mañana. Un montón de mujeres se agolpan a las puertas de la sede de los Reyes Magos. Su cita es con los voluntarios del ropero de Cáritas que en la práctica hacen más magia que sus Sus Majestades de Oriente. No en vano están ubicados en la calle del mismo nombre. Porque ellos sí son verdaderos magos a la hora de ayudar a las familias que padecen más la crisis a encontrar el juguete perfecto para que sus hijos no se queden sin regalo esta Navidad.
En las instalaciones de la entidad benéfica se apilan cajas con juegos, muñecos, peluches y libros. Más que en años anteriores,  porque este año la solidaridad crecerá un 22% al mismo nivel en el que se ha incrementado el número de niños que se benefician de la iniciativa. “Si el año pasado había regalos para 400 y algo este año hemos aumentado en unos 100”, comenta la trabajadora social, Paula Lobagueira, que estima la cifra sobre los 550 niños. Esta podría ir en aumento si a última hora, y después de que hayan pasado por las manos del equipo de diez voluntarios las familias que se apuntaron con antelación al programa, quedan regalos y padres rezagados.
“Primero empezamos a atender a la gente que se deriva de Atención Primaria y de las Parroquias y después a otras personas que se enteraron por el boca a boca o los medios y a las que tuvimos que hacer entrevistas”, aclara Lobagueira. A estos últimos les tocará hoy el turno pero ayer ya era un ir y venir de madres contando los juguetes y rebuscando los más adecuados a las edades de sus pequeños.
La trabajadora social reconoce que este año hay “más cosas porque colaboraron muchas más empresas y entidades” e incluso guardaron algunos productos para que los primeros no fuesen los únicos en llevarse lo mejor de lo mejor. Así la mañana del lunes será de alegrías en muchos hogares gracias al reparto de “dos juguetes, dos peluches, un libro y una mochila por niño” que realizan desinteresadamente los colaboradores.
La mayoría son viejos conocidos de muchos usuarios, que disponen de esta iniciativa “desde hace cinco o seis años”. Julio Freire lleva años viendo cómo se incrementa la necesidad entre los coruñeses. “Este trabajo se hace bastante duro pero al final te vas acostumbrando”, dice, rodeado de lo último de las Monster High, decenas de tableros de parchís, coches por control remoto o las más curiosas diversiones.
Mientras acompaña a una madre con cuatro hijos por todo el recorrido, Cruz Vigo explica que “el perfil de la gente que viene cambió por completo”. “Ahora puede ser cualquiera, incluso tu vecino; a veces tienes que mirar hacia otro lado para que no se sientan violentos”, rememora. Aún en la necesidad, la mayoría de beneficiarios se sienten “muy contentos” porque, afirman, los tratan muy bien. n

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