José Lucas Labrada Romero es un personaje fascinante y nada estudiado en la literatura gallega, nace en la ciudad departamental del Ferrol el 18 de octubre de 1762 y acaba sus días en A Coruña en el mes de agosto de 1842. Su padre era José Labrada, profesor de Gramática en la Universidad compostelana.
Labrada será un ilustrado poco conocido pero su obra pervive en el recuerdo y muchos historiadores la consultan a menudo, ya que se trata de todo un compendio económico de la Galicia de su tiempo, había estado en la Contaduría provincial del Ejército en 1784 cuando contaba 22 años, y en 1787 obtiene plaza de portero en el Real Consulado de Mar de A Coruña.
Cuando Eustaquio Giannini se hace cargo de la obra de la reconstrucción del faro milenario de la península de la Torre de Hércules, en el verano de 1788, se lleva con él a Labrada, como su ayudante personal, el cual cobraría tres reales de suplemento por día a mayores de los emolumentos que recibía por su empleo de portero en aquel Real Consulado, siendo una de las principales personas que intervinieron en la redacción de los gastos y obras de la Torre hasta la culminación de la misma en diciembre de 1790.
En 1787, traduce el libro de Girolamo de Belloni, una “Disertación sobre la naturaleza y utilidades del comercio” que se edita en Santiago al año siguiente, dos años después, presenta su “Plan de gobierno de los porteros” que viene a ser el reglamento de dicho cuerpo, encargado por el mismo Real Consulado del Mar. De 1792 a 1797 solicita de forma infructuosa la plaza de Matemáticas de la Universidad de Santiago. Pasando en 1794 a ser secretario interino por tres meses de dicha institución, siendo en 1802 nombrado como secretario titular, publicando en 1800 su obra “Balanza del Comercio marítimo de los Puertos del Consulado de La Coruña”.
En 1804 la titulada “Descripción económica del Reino de Galicia” y editada ese mismo año en la ciudad del Ferrol. Por último en 1806 escribe un “Discurso para leerle en el día que se haga pública apertura de la Biblioteca que con real aprobación estableció a sus expensas en la casa consular el doctor don Pedro Antonio Sánchez”.
Cuando acontece la ocupación francesa de Galicia 1808-1809, pasa de modo obligado, al saber varias lenguas, entre ellas el francés a ser interprete oficial del jefe del estado mayor de las tropas de ocupación napoleónicas en A Coruña, cayendo al retirarse estos en desgracia de los patriotas que ocupan la plaza al abandonar la misma los franceses. Entre 1814 y 1820 es nombrado secretario de la Junta de Censura y en 1820 cuando triunfa el movimiento liberal en la Coruña, Labrada se pronuncia a favor de la Constitución, siendo nombrado secretario de la Junta de Defensa del Reino de Galicia, constituida bajo la presidencia de Pedro Agar y Bustillo.
Entre 1820 y 1823 en pleno apogeo y caída del régimen liberal, ocupa la Secretaría de la Diputación de Ourense, cargo que deja a la caída del régimen, pasando al año siguiente a reintegrarse a su empleo de la Secretaría del Real Consulado del Mar.
Labrada muere en 1842, pobre, enfermo y olvidado por todos, incluso por aquella magna institución del Real Consulado del Mar, a la cual entregó buena parte, de su fatigada vida, se había casado en dos ocasiones, aunque, en vida fue apreciado por sus dotes de intelectual y de organizador, pero siempre se vio envuelto en problemas económicos para poder sostener a su numerosa familia y sus deseos de mejorar socialmente tampoco le fueron favorables.
Se caracterizó por su oposición al antiguo régimen absolutista y creyó con firmeza en una monarquía reformista y constitucional. Su obra es una denuncia social sobre el atraso económico y de injusticia en que estaba asentada Galicia y reclamaba de la administración una serie de mejoras que nunca llegarían a realizarse, al igual que acontece hoy en día en esta bendita tierra, podemos seguir hablando de atraso económico y social de la historia que nos envuelve, como en su día lo hizo Lucas Labrada, personaje interesante y olvidado, cuando fue una destacada figura en su época, pero falto de fortuna, la que necesitaba para que se le considerase con méritos propios para figurar en nuestra historia gallega.