El mercadillo de A Sardiñeira se vuelve el centro de la venta de comida robada

El mercadillo de A Sardiñeira se vuelve el centro de la venta de comida robada
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En los últimos tiempos, cada vez se ha podido ver más comida a la venta en el mercadillo de A Sardiñeira. O más bien en los márgenes, donde se mueven los vendedores sin licencia tratando de escapar de la vigilante mirada de la Policía Local. Se trata de productos envasados, rara vez puestos, que se exhiben en las mantas a la mirada del comprador que quiera hacerse con un poco de embutido de oferta. O lo compran ellos, o lo incauta la Policía Local, que hace un tiempo publicaba un expositor con todo lo que había conseguido atrapar en A Sardiñeira. 

“Lo hemos venido notando últimamente”, comenta un Policía Local. El fenómeno no es nuevo, y convive con otro que también es habitual: el de la venta de ropa usada y artículos viejos, muchas veces recogidos del contenedor. Pero no es de la basura de donde los vendedores sacan la comida: “Todo es robado de grandes superficies, supermercados. Entran, se lo guardan debajo de la ropa y salen con ella”. 

Es lo que popularmente se conoce como “delito de hambre”, en el supuesto de que el ladrón haya cogido la comida para consumo propio, lo que no el caso: como las mercancías más valiosas, como el alcohol o los perfumes, suelen encontrase bajo llave, los delincuentes echan mano a la comida, fácil de robar y de ocultar. Sobre todo, buscan alimentos como embutidos envueltos en plástico o latas, de los que el consumidor se fía más a la hora de comprarlos en una manta. 
Incautaciones 

Los policías locales tratan de acabar con este problema mediante incautaciones, algo mucho más difícil de hacer cuando se trata de los otros objetos no comestibles a la venta, puesto que, como lo sacan de contenedores, el infractor no se duele de su pérdida. “Antes sacábamos camiones enteros llenos de esa ropa manchada y llena de agujeros. Hay zapatos, electrodomésticos, juguetes... todo roto”, enumera una agente. Y sin embargo, nunca faltan compradores que se acercan en busca de gangas, como a los manteros de A Sardiñeira la mercancía no les cuesta nada, lo venden al precio de unos céntimos, casi sin regateo.

Nunca se hacen detenciones por este motivo porque es muy difícil probar que la mercancía es robada. Solo se les puede acusar de venta sin licencia, lo que supone una multa que la mayoría se negará a pagar alegando su falta de recursos. Así que, de momento, seguirán las incautaciones de comida robada. 

En equipo  
Los hurtos en sí tampoco son muy perseguidos: las grandes superficies asumen cierto volumen de pérdidas porque resulta más barato que contratar más seguridad. En muchos casos los hurtos son protagonizados por mujeres, que se han especializado en este tipo de delitos, y que muy a menudo actúan en equipo, tratando una de ellas de despistar a la dependienta mientras la otra trata de llevarse los objetos más valiosos a su alcance.

Según el Ministerio el Interior, en A Coruña se denunciaron 3.555 robos el año pasado, lo que muestra un estancamiento (en 2017 fueron 3.591). Es una cifra mucho mayor que la de Vigo, donde se denunciaron 3.077 en 2018. A nivel gallego fueron denunciados 19.841 el año pasado. Es decir, que los robos en A Coruña son el 18% de los de toda Galicia. Y sin embargo, la gran mayoría de ellos no se denuncian, precisamente porque se trata de objetos muy poco valiosos, aunque en algunos casos hayan tratado de llevarse hasta jamones enteros ocultándolos debajo de la ropa.

Por otro lado ahora que ya no existe la figura de falta, sino de delito leve, también se ha cambiado el procedimiento. Antes era necesario que la persona afectada acudiera a presentar la denuncia en persona a la comisaría, pero el sistema se ha agilizado. 

“Lo normal es que los vigilantes nos llamen en cuanto cogen a uno, entonces llegamos nosotros y presentamos lo que se denomina juicio inmediato por delito leve: lo identificamos y le damos una fecha para que se presente en el juzgado”, explica un agente de la Policía Nacional. Por eso se trata de un problema tan difícil de resolver.

El mercadillo de A Sardiñeira se vuelve el centro de la venta de comida robada

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