pedro pasantes exfarero de la torre de hércules
Pasantes se acaba de retirar hace cosa de un mes tras como farero 36 años, de los que 26 los ha pasado en la Torre de Hércules.
—Durante tanto tiempo habrá vivido miles de experiencias y anécdotas.
—¡Hombre! Los accidentes marítimos. Anécdotas, muchas, y dos encierros que hubo, los de la empresa de Mafriesa de Arteixo y luego esta última de los empleados de la empresa privada, que enseñaban la Torre.
—Las cosas desde el inicio habrán cambiado mucho.
—Sí. El primer destino mío fue en el monte Iroite, en Noia, en las estaciones de Deca que había allí. Después me mandaron al sur, a una estación nueva que se estaba haciendo y después a Sisargas y allí el faro funcionaba con petróleo. Ahora está funcionando con paneles solares, así que figúrate tú los cambios que hubo.
—Y precisamente por esos avances técnicos el oficio de farero ya no tiene nada que ver con lo que era, ¿no?
—Claro. Yo cuando fui destinado a la Torre de Hércules éramos tres técnicos solamente para la Torre, ahora con el mismo personal se atienden los faros todos de nuestra agrupación. Desde cabo Roncudo, inclusive, con el balizamiento del puerto, hasta las señalizaciones de Mera. Donde antes había ocho técnicos ahora quedan tres. Ahora todo está más informatizado; por ejemplo, tienes una PDA que te va marcando todas las alarmas.
—Entonces usted tuvo que reciclarse continuamente.
—Claro. Es que por ejemplo la Autoridad Portuaria, al personal lo tiene que estar formando cada año. Ahora, se está implantando en los faros los LED... Es lo que está imperando y hay que adaptarse o morir.
—Tengo entendido que primero era marinero, ¿cómo llegó a ser farero?
—Yo era marino y entonces tenía unos compañeros que estaban en faros y me animaron. El casarte te exige, si puedes, coger un sitio en tierra. Me animé y oposité en Madrid. En principio era con intención de pedir una excedencia y seguir navegando, pero después me picó el gusanillo, me gustó la profesión y me quedé.
—Hablaba antes de los naufragios. ¿Cómo vivió el del “Mar Egeo”?
—Ese día precisamente estaba yo de servicio. Era una noche de invierno normal, como todas las demás. Nosotros tenemos unos sistemas de alarma que si pasa algo en los equipos del faro, saltan. Entonces tú pasas a hacer las revisiones, porque antes teníamos las viviendas.
—¿Entonces aún se vivía en el faro?
—Sí. A partir de ahí fue cuando se sacaron las viviendas. Esa noche había algo de tormenta, el faro estaba perfectamente, pero siempre que hay mal tiempo desconfías y haces revisiones más a menudo. Entonces a las cinco de la mañana me extrañó ver un reflejo muy cerca, debajo de la Torre mismo, y entonces ya vi los focos del petrolero. Me impresionó.
—¿A usted le desalojaron también?
—Claro. Bueno, a nosotros nos alojaron en el hotel Riazor, y veníamos a hacer las revisiones por la mañana y por la noche porque el faro funcionaba igual.
—¿Es una de las experiencias que más le impresionó?
—La más impactante fue la del pesquero aquel en el que murieron los seis marineros.
—¿También estaba de servicio ese día?
—Sí, estábamos porque vivíamos ahí. Lo del “Mar Egeo” fue muy impactante, pero al no haber víctimas no afecta tanto.
—Como experto en la Torre, incluso el Puerto le llama para dar charlas.
—Sí, alguien tiene que estar. Aún estuve el otro día ahí porque había un libro nuevo y en 26 años uno sabe todos los secretillos que hay, las reformas que hubo en la Torre y eso.
—Precisamente ahora está en obras.
—Ahora entre la Autoridad Portuaria, el Ayuntamiento y Fomento están corrigiendo todos los defectos que tenía. Espero que quede definitivamente bien .
—Entre los desperfectos están los provocados por el rayo que cayó en el faro hace poco.
—Aparte de eso, las obras no habían quedado bien, porque las aguas seguían filtrándose por las canalizaciones y se están arreglando ahora.
—Entre las experiencias positivas, supongo que estará la declaración de Patrimonio de la Humanidad.
—Claro, el 27 de junio de 2009 fue una alegría, tanto para los trabajadores de la Torre como para todos los coruñeses y gallegos. Claro que hay momentos de alegría, y visitas muy agradables.
—¿Cuál recuerda con más cariño?
—Yo siempre recuerdo al doctor Iglesias, que fue quien inició el estudio para que fuera Patrimonio. Daban las dos y tres de la madrugada y el seguía en el faro preocupado, y miraba puntos estratégicos de sitios, de fotos... Lo vivía. Y luego, Segundo Pardo, que cogió el relevo.
—¿Se notó el reconocimiento de la Unesco?
—La Torre de Hércules siempre fue un monumento muy visitado, pero a partir de entonces, mucho más. Las visitas aumentaron un montón y de todas las edades.
—¿Y ahora habría que sacarle otro provecho?
—Ahora la Torre lo que necesita es aprovechar espacios vacios con algo relacionado con los faros. Hay que poner alguna especie de museo alrededor o en la Torre. Hay que darle vida para que la gente vaya y aproveche no solo la vista, que se informe al pie del monumento.
—¿Seguirá visitando el faro?
—Eso por supuesto. Tengo una nieta de dos años y medio que me dice: “Abuelo, ahora la Torre ya no es tuya”. Ella iba mucho arriba y se creía que era mía, pero ahora puede subir igual.